Por: Maite Beorlegui
Me despertó un vacío, seguir durmiendo quería.
Me asaltan las memorias de todo este tiempo compartido.
Te llevo en mis pensamientos. ¡Parece que no te has ido!
Mas mi corazón estalla de sentir mi lamento.
Elegí quererte porque sabía que en la decisión
encontraría el placer de conocerte y hallé sabiduría en tu alma.
Congruente por convicción, posesiva por afición, frágil con discreción; intensidad en tus acciones, filo en tus palabras.
Aún no sé por qué tus palabras nunca me lastimaban.
Quizá porque presentí que necesitabas liberarlas
para expulsar el dolor que aniquilaba tu alma.
Ganas de vivir siempre manifestabas.

Presentiste tu muerte: sabías que se acercaba.
Hiciste todo para que te escucharan y, aun así, te ignoraban.
Hice lo que pude, te di lo que más apreciabas:
tiempo, dedicación y muchas carcajadas —reír te apasionaba—.
Reímos y lloramos juntas, nos identificábamos.
Difícil para algunos; para mí, compañera de alma y vidas
—sí, estoy segura, de vidas pasadas—.
Para algunos, lógica tu partida; para mí, ausencia no deseada.
¿Qué viviste en el pasado? ¿Qué guardabas sigilosa en la añoranza?
Compartiste varios de tus secretos cuando tu alma lo necesitaba.
No conociste el país de tus ancestros, mas yo lo haré por ti.
¡Ya no tuvimos tiempo!
Una vela encendida será mi tributo,
en agradecimiento ante tu sabiduría compartida.
Estuviste, estuve; fuiste y soy.
Ahora parte de ti integro en mi alma y corazón.
Sé que no moriste con la paz que deseabas,
esa soledad y angustia exhalada en el último suspiro de tus añoranzas.
Duerme tranquila, que habré de recordarte siempre
por lo vivido, por lo compartido, por lo reído, por lo reflexionado.
La dignidad es lo que no se pierde, me lo decías,
y sobre todo me lo reconocías.
En mis sueños intento escucharte, pero solo te veo,
y no deseo que estés solamente en mis recuerdos.
Gracias por mostrarme la vida a través de tu caleidoscopio, colorido y en constante movimiento, haciendo figuras que solo tú entendías.
Gracias por abrirme las puertas de tu casa; ahora sé que con pocos lo hacías.
Gracias por hacerme ver que solo si es mutuo vale la pena.
Gracias por tus palabras de aliento.
Gracias por enseñarme que sean ellos quienes me escojan para que así duela menos.
Acumuladora de letras, arte y poemas, estrellas fugaces y fotografías, te quedaste en el tiempo donde la vida dolía menos.

Hoy sé que aquí ya no te tengo,
¡qué egoísmo el mío por no querer perderte y no poder soltarte!
No me atrevo, pues es como sentirte distante.
Quédate aquí, cerquita de mí, para seguir soñando que merecemos todo, aunque hayamos perdido tanto, aunque nunca cumplimos nuestros anhelos.
Te llevo en la muerte como se lleva a todos, en puritito silencio.
Silencio que despreciabas y entre cuatro paredes desmantelabas, con el sonido fuerte de la música que tanto disfrutabas.
Quizá, sin tiempo, algún día nos reencontremos. ¡Quizá!
Hermoso noviembre para todos los que se sientan vivos.

