La música puede sanarnos, conectarnos y transportarnos a nuestros lugares o momentos favoritos, para la pianista cubana-mexicana Ana Gabriela Fernández ha significado todo en la amplia extensión de la palabra, siendo su más grande pasión convertida en vocación; algo que compartió conmigo en esta amena conversación.
Originaria de Cuba, radicada en México desde ya hace varios años, hija de una Musicóloga e Investigadora y un Ingeniero de Sonido, la música siempre ha estado presente en la vida de Ana Gabriela, pero no de una forma convencional, y es que mientras a los tres años, niñas de su edad escuchaban música infantil, ella ya reconocía la música clásica.
¿Quién es Ana Gabriela Fernández?
‘En casa desde que tenía 3 o 4 años, escuchaba música clásica, sobretodo contemporánea del siglo XX, compositores como Maurice Ravel, Claude Debussy y György Ligeti’, comparte. Aunado a recuerdos como el piano vertical que tenía en casa o la música que le ponía su mamá, la cual se sentía natural y cercana.

‘Mi mamá me ponía un casete de Martha Argerich, -pianista argentina que emigró a Viena a los 12 años-, tocando obras de Frédéric Chopin, uno de mis pianistas preferidos en estos momentos… yo soñaba con poder tocar así’, recuerda.
Siendo tan solo una niña, Ana Gabriela quedó impresionada con la fuerza de la interpretación, la espiritualidad e intensidad de Argerich, ‘sobre todo, con el hecho de cómo una mujer latinoamericana, como ella…
Logró tener una de las facetas más importantes en el piano clásico en la actualidad, considerando que la mayoría de las grandes pianistas del siglo XX provienen del continente europeo o de países como Estados Unidos y Canadá’.
Los comienzos de Ana Gabriela Fernández
La historia de Ana Gaby específicamente con el piano, comenzó cuando tan solo tenía seis años y su mamá la llevó a unas pruebas de aptitud en la Escuela Nacional de Arte (ENA) en la que se quedó y fue seleccionada para tres instrumentos: Violonchelo, violín y piano, este último, fue el que ganó su corazón. A partir de ese momento, nada volvió a ser lo mismo.
Ella nació en Cuba, donde estudió en la ENA, sin embargo, una maestra que daba clases ahí y también lo hacía en la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue quien la inspiró a continuar sus estudios en territorio azteca.
Explica: ‘Así pasó, nos vinimos para acá, ha sido un proceso largo y difícil al principio, porque obviamente la emigración es parte de mi vida. Básicamente toda mi educación superior la tomé en México, soy PUMA de corazón, hice la Licenciatura, Maestría, Doctorado y ahora Post Doctorado en la UNAM’.

En sus propias palabras, comparte: ‘Me siento muchísimo más mexicana que cubana totalmente y le agradezco totalmente a la UNAM por confiar en mí y por haberme dado la posibilidad de poder estudiar en sus facultades, ahora en el Instituto de Investigaciones Filológicas’.
El camino de Ana Gabriela Fernández
A sus 34 años, Ana Gabriela ya cuenta con una trayectoria admirable e inspiradora que como ella misma lo indica: ‘es un camino muy bello, pero también de mucho sacrificio’.
Con una carrera ya consolidada como solista y también con orquesta, ya ha ganado algunos concursos, hecho diversos recitales y música de cámara, así como ha viajado a muchos otros países, además de que, a través de la música, también ha conectado con el cine y la literatura.
Desde su perspectiva como mujer, indica: ‘Siempre me ha impresionado desde que era muy niña, la capacidad de la mujer en la música de manera general, no solamente en el piano, sino las violinistas, las chelistas, incluso las directoras de orquesta que la tienen muchísimo más difícil cuando lo comparamos con otros instrumentos’.
Ana Gabriela Fernández sobre ser mujer en la música
Pero no todo es tan fácil como parece, Ana Gaby también admite haberse enfrentado a situaciones de desigualdad de género, desde la brecha salarial hasta condiciones un tanto precarias que las mujeres tenemos que afrontar, ‘pero al mismo tiempo ha sido un motivo de inspiración poder haber aprendido de mujeres maravillosas’.
En ese punto recuerda cuando cumplió su sueño de conocer en persona a Marta Argerich o tomar un curso con la pianista portuguesa Maria João Pires. ‘Aprender de ellas, de su esfuerzo, perseverancia, tenacidad y sobre todo de su amor por la música’.
‘Porque creo que son este tipo de pianistas que ya no hay en la actualidad, que respiran música y que están tan metidas dentro del arte que no hay espacio para otra cosa. Tomarlas como modelos y siempre pensar que uno es el arquitecto de su propio camino’.
Así como ella tuvo mujeres que la inspiraron en el proceso, también se está convirtiendo en inspiración para las generaciones de niñas que vienen detrás de ella.

Actualmente como maestra en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Panamericana, recuerda a aquellas alumnas que llegan con la incertidumbre por querer dedicarse a la música y ser mujeres.
‘Y no solamente por eso, sino por el hecho de que muchas veces sus familias hubieran preferido que se hubieran dedicado a otra cosa que no sea la música, por lo que hay que empezar a ver la música y el arte como una enseñanza‘.
‘Como algo profesional, algo serio, como algo que cuesta mucho trabajo y muy difícil, pero que es muy bello, y que poder dedicarte al arte y vivir del él en un país como México o en cualquier país de Latinoamérica, ya es un gran mérito’.
Los sueños de Ana Gabriela Fernández
Ana Gaby no deja de soñar y tiene una misión clara, transmitir el verdadero significado de la música, porque como bien lo explica: ‘No solamente es un arte, obviamente es subjetiva, te transmite emociones y todo lo que quieras, pero también desarrolla una serie de capacidades muy importantes en el cerebro de las personas’.
Su talento la ha llevado a diferentes lugares en el mundo como Estados Unidos y Europa, donde además siempre nutre sus conocimientos, porque como ella misma lo señala, siempre quiere aprender cosas nuevas: ‘Para mí el modo de aprendizaje puede venir en las formas más inesperadas, en lo que menos te imaginas’.
‘Mientras uno lo haga con honestidad y continúe esa carrera, uno pueda acercarse a la mayor cantidad de piezas de una manera honesta y sencilla, ahí va a estar el resultado de la música, habla por sí sola’, apunta.
Esa misma filosofía es la que lleva a cada una sus presentaciones, como ejemplo, la presentación con Franco Trabucco en la sala principal de Bellas Artes, la cual recuerda como un aura musical.
Aunado a ello, menciona ese nerviosismo especial que siente cuando una partitura va a comenzar, lo especial que es el trinomio que se crea con el público y el misterio de cómo puede cambiar el sentido de una pieza dependiendo el día y lugar.