Hay artistas que pintan con pinceles, otros con memoria. Caroline Corbasson lo hace con el viento. En su residencia en el Atelier MA —ese refugio de piedra y luz en Arlés donde la Fundación Lee Ufan y Guerlain celebran la unión entre arte y naturaleza—, la artista francesa ha creado un universo azul profundo donde lo invisible toma forma.
Suena Elliott Smith, huele a óleo fresco, y algo se mueve. No sabes si es el aire, la intuición o el alma de las cosas. Pero está vivo. Corbasson no solo ha pintado cuadros. Ha abierto puertas, capturado círculos dibujados por ramas danzantes y ha hecho del viento un lenguaje y del arte una respiración.
¿Cómo se pinta lo invisible?
“Es la primera vez que trabajo sobre lienzo”, confiesa Caroline. La artista —nacida en 1989 y residente en París— ha pasado los últimos diez años dibujando con carbón el cielo que no vemos, el espacio profundo. Pero esta residencia fue un quiebre: un salto al color, al gesto libre, a la materia.
“Traje óleos, acrílicos, tinta, pasteles… y me dejé llevar” —dice. El resultado: lienzos de azules intensos y capas sucesivas de búsqueda. Pinturas que parecen abstractas, pero que, si se mira bien, revelan reflejos, naturalezas ocultas, símbolos universales. Son obras que respiran.
¿Qué relación tiene el viento con la vida y el arte?
El viento —ese elemento invisible pero cargado de presencia— fue el eje poético que le valió el Art & Environment Prize. Wim Wenders, presidente del jurado, lo dijo así: “Caroline y yo compartimos un elemento precioso: el viento. Para ella, es símbolo de vida y destrucción”.
Ann-Caroline Prazan, directora artística internacional de Guerlain, también quedó atrapada por esa visión:“Siempre pensamos en las abejas, pero Caroline habló del viento como el gran polinizador. Me cambió la mirada”.
¿Qué se encuentra al borde del mundo?
Durante su residencia, Caroline y Ann-Caroline caminaron por las playas salvajes de la Camarga. Ahí, en un territorio casi marciano, descubrieron lo que ella llama “un espacio liminal”: aves, dunas, viento. Fue allí donde ocurrió uno de los momentos más mágicos del proceso creativo.
“Vi un círculo perfecto en la arena. Me acerqué y entendí que unas ramitas, movidas por el viento, lo habían dibujado”. Esa escena —pura poesía de la naturaleza— se convirtió en una instalación. Como diría Lee Ufan: el diálogo entre el interior y el exterior crea la obra.
¿Qué significa abrir una nueva puerta creativa?
Dos meses en Arlés bastaron para transformar su práctica. Cambió la escala, el lenguaje, los materiales. El cuerpo entró en juego. “Siento que abrí una nueva puerta en mi proceso. No sé qué vendrá, pero será algo positivo”, confiesa Caroline. La exposición se titula Something Moves. Un nombre sencillo, pero cargado de sentido físico y emocional. Algo se mueve —y si uno sabe mirar, lo sentirá.
¿Quién es Caroline Corbasson realmente?
Licenciada en Bellas Artes por la Central Saint Martins de Londres y con un máster por la École Nationale des Beaux-Arts de París, Caroline es una artista que transita entre el arte y la ciencia, entre el cosmos y el polvo.
Su obra explora la distancia entre la observación científica del universo y la experiencia emocional del cielo. Oscila entre lo cósmico y lo terrenal. Ha trabajado con instituciones como el CNRS, el Observatorio Paranal en Chile y el Laboratorio de Astrofísica de Marsella, creando piezas que invitan a una nueva sensibilidad. — Una que no pone al ser humano en el centro, sino que lo disuelve en el tiempo y el espacio.
¿Qué sucede cuando el arte respira con la naturaleza?
Caroline Corbasson no pinta lo que ve, sino lo que intuye, lo que late. Sus obras no gritan, susurran. Y ese susurro tiene forma de viento, de círculo trazado por ramas, de azul profundo. Este verano, su exposición en el Atelier MA es una invitación a detenerse y sentir. A mirar el cielo con los pies en la tierra.
En el silencio de su atelier, entre el azul profundo y el susurro del viento, Caroline Corbasson no solo ha creado una serie de obras. Ha capturado un instante en movimiento. Una energía que no se ve pero se siente —como el viento, como el arte que transforma, como ese algo que, sin saber por qué, nos conmueve.