Por: Nancy Estrada.
El 24 de marzo de 1982, la Ciudad de México se estremeció ante un desastre que dejó una cicatriz imborrable en la historia del cine nacional: Un incendio devastador que consumió la primera sede de la Cineteca Nacional.
Dejando en cenizas un acervo invaluable de películas y avivando cuestionamientos sobre la fragilidad de nuestro patrimonio fílmico y el valor que como sociedad otorgamos a la cultura. Cuatro décadas después, la tragedia sigue viviendo en la memoria de sus testigos.
¿Cuándo abrió sus puertas la Cineteca Nacional?
La Cineteca Nacional abrió sus puertas en 1974 en Churubusco, un espacio emblemático para la industria cinematográfica. Su misión era preservar y difundir el cine tanto nacional como internacional.
Era un recinto donde las películas contaban historias que de otra manera quedarían en el olvido. Sin embargo, lo que parecía un hogar seguro para el acervo audiovisual del país se convirtió en un infierno.
¿Cuándo se incendió la Cineteca Nacional?
Aquella tarde del 24 de marzo de 1982, la tranquilidad de la colonia Xoco se rompió con el sonido de explosiones y el resplandor de las llamas. El incendio comenzó en una sala de proyección. Una chispa bastó para desatar el desastre.
El nitrato de celulosa, material altamente inflamable con el que estaban hechas muchas de las cintas resguardadas, actuó como pólvora. El fuego se propagó con una rapidez aterradora, dejando atrapados a visitantes y trabajadores.
Oficialmente, las autoridades reportaron 20 muertos, aunque los testimonios de la época sugieren una cifra mayor. Las imágenes fueron devastadoras: columnas de humo negro cubriendo el cielo de la ciudad, explosiones de latas de película reventando en el aire y un sentimiento de impotencia entre los espectadores que observaban cómo se consumían décadas de historia fílmica.
¿Qué pasó cuando se incendió la Cineteca Nacional?
Mientras las llamas devoraban la estructura del recinto, empleados y cinéfilos intentaron rescatar lo que fuera posible. Hubo quienes, arriesgando sus vidas, corrieron al interior para salvar latas de película. La desesperación se apoderó del lugar, pero el calor y el humo lo impidieron.
El saldo cultural fue incalculable: cerca de seis mil rollos de películas quedaron reducidos a cenizas, incluyendo archivos de la Época de Oro del cine mexicano. Obras maestras, documentales históricos y registros de la memoria audiovisual del país desaparecieron.
Entre los títulos que posiblemente se perdieron estaban materiales inéditos y copias originales de películas fundamentales. La ausencia de protocolos de seguridad adecuados para resguardar estos tesoros fue uno de los errores más costosos en la historia cultural de México.
El impacto del siniestro trascendió las fronteras de nuestro país, generando conciencia en la comunidad cinematográfica internacional sobre la importancia de la preservación fílmica. Hasta hoy, el incidente ejemplifica lo que puede ocurrir cuando el cine no recibe la protección que merece.
El renacer de la Cineteca
La catástrofe marcó un antes y un después en la preservación del cine en México. Como respuesta, se impulsó la creación de un nuevo recinto con mayores medidas de seguridad y con un enfoque más moderno en la conservación fílmica.
En 1984, la Cineteca Nacional reabrió sus puertas en su actual ubicación en Avenida México-Coyoacán. El nuevo espacio fue diseñado con mejores condiciones para el resguardo de películas y se convirtió en un epicentro de la cultura cinematográfica.
Hoy, la Cineteca Nacional es un espacio vibrante que preserva el cine del pasado e impulsa la producción y difusión de filmes contemporáneos. Su transformación no solo es un testimonio de resiliencia, sino una muestra de que, a pesar de la tragedia, el cine en México sigue más vivo que nunca.
Lecciones de la tragedia en la Cineteca Nacional
El incendio de la Cineteca Nacional dejó cicatrices imborrables y enseñanzas valiosas. Desde entonces, México ha avanzado en la preservación cinematográfica, adoptando tecnologías modernas para proteger su acervo.
Sin embargo, la tragedia de 1982 nos recuerda la importancia de salvaguardar el patrimonio cultural. Porque si algo nos dejó esa noche fatídica, es que las imágenes pueden desvanecerse en segundos, pero su legado debe perdurar en las generaciones futuras
