La moda se agitó como una bandera al viento en el sur de Milán. Bajo una carpa militar convertida en templo efímero, Etro SS26 presentó una colección que no se contempla en silencio: se escucha, se vibra y se siente.
Con los tambores y lamentos electrónicos de La Niña marcando el pulso, Marco De Vincenzo liberó un torrente de estampados, texturas y siluetas que ondeaban al compás de la música. —Un desfile entre rock, folk y bohemia, donde el maximalismo encontró su propio ritmo.
¿Qué vibró en el inicio del show de Etro SS26?
La pasarela no comenzó en silencio: empezó con un rugido. La Niña, la cantante y multiinstrumentista napolitana, transformó el desfile en un ritual eléctrico, a medio camino entre concierto y ceremonia. Sus tambores, aullidos electrónicos y la percusión en directo marcaron el ritmo de las modelos, como si cada prenda danzara al compás de su música.
Un statement que convirtió la colección en un acto vivo, más que en una simple presentación de moda.
¿Cuál fue la narrativa detrás de la colección de Etro SS26?
Marco De Vincenzo llevó a Etro a un terreno expansivo y vibrante: banderas, movimiento y metamorfosis. El concepto de ‘Etro Flux’ apareció como un lenguaje que cambia constantemente, entre texturas, estampados y contrastes inesperados. La pasarela se convirtió en un flujo continuo de energía —donde lo ecléctico se celebra y lo caótico se transforma en armonía.

¿Qué tendencias dominaron la pasarela?
El ‘más es más‘ volvió a sonar como un eco en la pasarela, reafirmando que el boho maximalista no solo regresa, sino que se reinventa con un pulso contemporáneo. Los vestidos de volantes desmesurados se movían en clave hippie chic, equilibrados con chaquetas de cuero y denim que añadían un giro roquero.
El crochet se convirtió en una declaración de color con tops vibrantes combinados con pantalones harem psicodélicos, mientras los redingotes de jacquard, casi sacados de una tapicería barroca, encontraban nueva vida al ondular con un movimiento inesperadamente orgánico.

¿Qué colores y estampados definieron el SS26?
La paleta fue un carnaval en sí misma: tonos eléctricos, referencias al Rajastán, jacquards multicolor y estampados que parecían ondear como auténticas banderas. —El movimiento no solo estaba en la silueta, también en la explosión cromática que parecía desafiar cualquier regla de sobriedad.
¿Cómo se tradujo el juego de texturas de Etro?
El juego de texturas en Etro SS26 fue un auténtico ejercicio de contraste y armonía. Gasa ligera estampada se superponía a brocados exuberantes; el punto artesanal dialogaba con el brillo del denim bordado; el ante y el cuero de intarsia se entrelazaban con encajes profundos que revelaban más de lo que cubrían.
Todo parecía vibrar como un acorde musical, donde cada material sumaba su propia nota para componer una sinfonía visual en constante movimiento.


¿Y los accesorios, qué papel tuvieron?
En Etro SS26, los accesorios dejaron de ser complemento para convertirse en protagonistas de la narrativa. Los bolsos con flecos interminables potenciaban la sensación de movimiento constante, mientras las bandanas reforzaban la estética libre y nómada de la colección.
Pero fueron los sombreros semiestructurados XXL, esculturas textiles que casi envolvían la cabeza, los que robaron el espectáculo: piezas tan teatrales que parecían diseñadas para bailar entre luces de un festival o perderse en un ritual bohemio.

De Vincenzo reafirmó que Etro es un espacio donde tradición y experimentación conviven, y que su SS26 no es solo moda, sino un manifiesto de libertad creativa. Un desfile que no se mira en silencio: se escucha, se vibra y se recuerda.