A veces, la moda se siente como una revelación divina. No me refiero a ese momento en que encuentras un vestido en rebaja que parece hecho a tu medida (aunque eso también cuenta), sino a ese tipo de epifanía sartorial que solo ocurre cuando Nicolas Ghesquière decide instalar una pasarela en el Palacio de los Papas, en Aviñón. ¿Un monumento gótico del siglo XIV como escenario para el desfile Crucero 2026 de Louis Vuitton? Sí, eso pasó. Y sí, fue tan mágico como suena.
Una colección en clave medieval-futurista
Las referencias litúrgicas son evidentes: capas tipo escapulario, mangas abullonadas de inspiración gótica, detalles que remiten a vestimentas eclesiásticas. Pero todo se traduce con una sensibilidad vanguardista, gracias a tejidos técnicos, cortes futuristas y superposiciones que recuerdan a armaduras suaves. La silueta dominante es escultórica, protectora, como si la mujer Vuitton fuese una viajera del tiempo que encuentra belleza en la solemnidad.
Se vislumbra una nueva tendencia: el monastic glam, donde la espiritualidad se redefine a través del lujo silencioso, el volumen arquitectónico y el poder del detalle.

Paleta de color: entre lo terrenal y lo divino
Ghesquière propone un espectro cromático que va del recogimiento a la exaltación. A los clásicos tonos eclesiásticos como el beige piedra, el azul noche y el negro ceniza, se suman con potencia:
- Fucsia vibrante y naranjo quemado, para inyectar rebeldía y ruptura.
- Azul eléctrico y amarillo radiante, que remiten a vitrales iluminados.
- Rosa palo, lila empolvado y celeste pastel, como un susurro celestial que equilibra lo intenso.
- Acentos metálicos en plata antigua y cobre bruñido que añaden drama ceremonial.
Esta combinación convierte la pasarela en una experiencia visual caleidoscópica: mística, pero pop.


Materiales y texturas: el arte del contraste
Ghesquière juega con contrastes táctiles: paños de lana que imitan hábitos religiosos, pieles rígidas que se pliegan como relicarios, y sedas técnicas que brillan como vidrio templado. La textura es narrativa: cuenta historias de devoción, resistencia y sofisticación. Los bordados en relieve y los elementos metálicos decorativos elevan la idea de la prenda como objeto ceremonial.

Accesorios: códigos de un nuevo ritual
Las botas altas, robustas y de suela elevada evocan una actitud de conquista. Los lentes oversize con visera futurista rompen con la gravedad visual del resto del look. Las joyas, en formato de medallones o broches, reafirman el código medieval reinterpretado. Cada accesorio funciona como una reliquia contemporánea.

Una belleza casi celestial
La luz natural bañaba los rostros de las modelos como si un director de fotografía celestial estuviera a cargo. Pómulos glowy, cejas limpias y una mirada intensa a través de lentes de colores: el look de belleza gritaba soy mística en pleno siglo XXl.
El cabello, con toques medievales y modernos, oscilaba entre lo pulcro y lo etéreo.
En esta entrega, la mujer que viste Louis Vuitton no busca seducir ni impresionar: busca proteger su mundo interior, moverse con autoridad y vestir desde un lugar de introspección estética. Es una heroína posmoderna que fusiona misticismo y ciencia ficción, tradición y revolución.