Entre el 28 de agosto y el 2 de septiembre, Moscú vivió una de sus semanas más vibrantes. La Moscow Fashion Week transformó a la capital rusa en un recorrido donde la arquitectura, la historia y la creatividad se encontraron con la moda para ofrecer una experiencia única. Durante seis días, no solo se presentaron desfiles: la ciudad entera se convirtió en escenario, confirmando que hoy la moda se vive como una experiencia cultural total.
Un arranque en Zaryadye Park
El corazón del evento fue Zaryadye Park, con su imponente Parking Gallery como sede de los primeros desfiles. Desde la pasarela se vieron propuestas de Loom Weaving, Tatiana Kotova y Alexandra Serova, que marcaron un inicio enérgico con contrastes entre lo sobrio y lo teatral.

Allí quedó claro que la semana no pretendía parecerse a París o Milán, sino ofrecer un sello propio: la fusión entre tradición local y ambición internacional.
Diversidad internacional en pasarela
La segunda jornada amplió el mapa. Diseñadores de China, Brasil y Turquía compartieron espacio con jóvenes talentos rusos.
Subai llevó el dramatismo de Asia a Moscú, Artemisi sumó la frescura del diseño brasileño y Emre Erdemoğlu sorprendió con una propuesta geométrica y contemporánea. La mezcla dejó ver que Moscú quiere ser un puente, no una copia de otros centros de moda.
Entre los momentos más comentados estuvo la participación de David Tlale, uno de los nombres más importantes de Sudáfrica, con un desfile cargado de teatralidad y color. También destacó el español Duly Romero, quien en el Floating Bridge presentó una colección que combinó sastrería clásica con un enfoque fresco y moderno.

Escenarios que cuentan historias
Si algo distinguió a la Moscow Fashion Week fueron sus locaciones. El Floating Bridge ofreció vistas espectaculares de la ciudad, convirtiéndose en un símbolo de apertura y conexión.
La histórica muralla de Kitaygorodskaya fue el telón de fondo perfecto para propuestas que dialogaban con el pasado y la tradición. Y el museo de León Tolstói añadió un aire literario, recordando que la moda también puede ser narrativa, filosofía y poesía.



Cada escenario sumó un capítulo distinto a la semana: desde lo urbano hasta lo histórico, desde lo arquitectónico hasta lo cultural. El resultado fue un festival multisensorial que rompió con la idea de una pasarela neutra.
El cierre: la moda rusa toma la palabra
Los últimos días estuvieron dedicados a los diseñadores locales, que reafirmaron la identidad rusa en el mapa global.
Masterpeace presentó piezas llenas de simbolismo artesanal; Alena Akhmadullina, en la Kitaygorodskaya Wall, mostró la sofisticación que la ha convertido en una de las grandes voces del diseño ruso; y Surovaya aportó frescura urbana con un lenguaje cercano a la nueva generación.
Ruban y Sergey Sysoev también aprovecharon escenarios históricos para demostrar que Rusia no necesita replicar fórmulas extranjeras: tiene un vocabulario propio, rico en texturas, referencias culturales y narrativas visuales.




Mucho más que desfiles
Además de los shows, la Moscow Fashion Week incluyó charlas de expertos, un showroom exclusivo y actividades culturales que reforzaron la idea de moda como experiencia integral.
Para compradores y periodistas especializados fue la oportunidad de descubrir no solo tendencias, sino también el potencial de una ciudad que busca consolidarse como referente creativo.