La ingesta emocional surge por un empacho de sentimientos sin resolver, al no saber cómo reencontramos con las raíces y experiencias de nuestro pasado
Durante mucho tiempo hemos escuchado que comemos por ansiedad, que cuando un problema llega algunas personas recurrimos a la comida, pero ¿qué tan real es esto?, ¿será verdad que nos estamos comiendo las emociones, y si es así por qué ocurre?
Decidimos recurrir a la especialista en el tracto digestivo y en bienestar integral Silvia Yvonne, para que nos explicara qué tan cierto es esto.
¿Qué son las emociones?
Las emociones son la forma que tenemos de relacionarnos dentro de nuestro cuerpo, más allá de los límites de nuestra piel, con un mundo intangible, tangible y permeable. Cada emoción, por muy impactante que nos parezca, siempre nos moverá con la misma intensidad que el estado de consciencia que hayamos adquirido.
¿Cómo se relacionan con los sentimientos?
Cada emoción quedará ligada al detonante en forma de sentimiento, y su fuerza en nuestros archivos emocionales dependerá del valor y la energía que le demos a la situación convertida ya en experiencia, y de esta forma marca nuestra vida en el ahora, al decidir muchas veces desde ellas y otras tantas castigando a inocentes por recordarnos las mismas.
¿Es verdad que nos comemos las emociones?
Nos comemos “las interpretaciones creadas” alrededor de un proceso que almacenamos como sentimientos polarizados en el negativo. Muchas veces aún sin darnos cuenta, estamos a modo defensivo por las experiencias que nos sucedieron. Sufre más quien las atrapa, que quien las provocó. No debemos sostener aquello que compromete nuestra paz.
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¿Por qué las emociones inician en el sistema digestivo?
La mayoría de la información de nuestras emociones, reacciones y sentimientos fluyen del sistema digestivo al sistema nervioso central. El tracto gastrointestinal es de gran importancia en nuestro equilibrio emocional, en él se desarrolla el sistema nervioso entérico, después del cerebro es el que mayor número de neuronas reúne: 100 mil neuronas sensoriales, inter-neuronas y neuronas motoras, capaces de relajar o exaltar a lo que enfocan su atención.
Es por ello que el sistema digestivo lo llamamos “el segundo cerebro”; Es muy sensible a lo que sentimos como amenaza hacia nuestra vida real o la que imaginamos, hecho que desata la respuesta lucha-huida provocando una serie de acontecimientos por una red de comandos nerviosos que se extiende por todo el cuerpo, con la intención de ponernos a salvo.
Entonces es complicado tomar decisiones en el momento en el que estas neuronas pudieran estar recibiendo una información incorrecta.
La próxima vez que llegue una emoción, siente como tensas el estómago y también te desconectas de la respiración. Hazte consciente si realmente estás lista para tomar una decisión, o lo más recomendable, esperar a respirar con fluidez para oxigenar la reacción desencadenada. Es importante entender que toda emoción tomada de una forma parcial, puede convertirse en culpa más adelante.
¿Todas las personas que sufren sobrepeso tienen un problema emocional?
No necesariamente, pero la ingesta emocional surge por un empacho de sentimientos sin resolver, al no saber cómo reencontramos con las raíces y experiencias de nuestro pasado, que no es otra cosa que las partes fraccionadas de nosotros mismos, que vivieron esos procesos y reclaman nuestra atención para poder liberar al ser humano que somos en este momento.
Es un hambre emocional…
El proceso de pasar del hambre fisiológica al hambre emocional se da de forma paulatina, y muy probablemente no nos demos cuenta de esta transición. Un día comenzamos a refugiarnos en el placer que nos brinda la comida ante cualquier acontecimiento o recuerdo que nos produce ansiedad, y créeme que no serán ni los pepinos ni el brócoli lo que se nos antoje ingerir para cubrir nuestras necesidades emocionales inmediatas. Recordemos que el cuerpo al tener ansiedad libera la hormona cortisol y está a su vez necesita alimentos que le den mucha energía para mantenernos con vida ante un supuesto episodio de supervivencia, por lo tanto, harinas, chocolates, bebidas azucaradas serán su menú habitual.
¿Cuál sería el primer paso para mejorar, para quienes sí elegimos “comer las emociones”?
Hacernos conscientes es regalarnos el derecho a conectar con la sabiduría sagrada e inocente de nuestro cuerpo de forma integral, para poder ser libres y no seguir pensando que solo una parte de este se verá afectado, sino todo. No podemos dejar de sentir las emociones, pero sí podemos elegir cómo sentirlas y qué reacciones o sentimientos alojaremos en nuestro cuerpo. Es una decisión que nace en nuestra consciencia.
¿Qué tanto afecta la energía que recibimos del exterior a nuestro sistema digestivo?
Lo de afuera nos afecta en la misma proporción que tengamos ordenado nuestro clóset interior de las experiencias. A mayor expansión del “ser”, más ordenadas estarán las mismas.
Cada ser humano percibe el exterior dependiendo de lo que tuvo a su alcance para construirse a sí mismo, y las oportunidades que se dio de ir reciclándose en cada etapa de su camino, soltando y tomando otras de mayor alcance transpersonal.
Es desde esa comprensión que el exterior no nos afecta a todos por igual, ni detona las mismas cosas en eventos idénticos. Lo que llega, nos impacta integralmente y la memoria digestiva atrae la energía a su zona por resonancia, es decir, por la memoria albergada en ella.
¿Cómo enfrentamos a la energía negativa en nuestras vidas?
La palabra enfrentamiento nos ubica inmediatamente en el rechazo y si así lo percibimos, entonces todo lo que excluimos de nuestra vida sin dedicarle antes la atención suficiente para entender las raíces que la sostienen, regresará a visitarnos utilizando diferentes actores y guiones. La energía negativa es también un poco nuestra.
Silvia Yvonne
Creadora del Método Camino Sympl3 y experta en bienestar integral
Instagram: silviayvonneoficial
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