Por: Elsa Cavazos
‘No son formas’ dice la gente cuando ven a feministas quemando edificios y rayando muros. ‘No son formas’ dicen aquellos que tal vez desconozcan los motivos detrás de su ira.
¿Cuáles son las formas correctas para protestar? Quisiera saber yo.
¿Qué está pasando en Los Ángeles?
Estos últimos días, Los Ángeles, California se ha visto envuelto en un mismo debate. Donde los que no están protestando en carne propia juzgan y dicen ‘no son formas’.

Los Ángeles se ha levantado como ciudad ante las redadas de ICE, organización estadounidense dedicada a deportar migrantes. Pero estas redadas quiebran protocolo. Una organización que se defiende por seguir las reglas, está haciendo lo que tanto critica.
La gente está molesta, herida y enrabiada de ver cómo iglesias, escuelas y hasta graduaciones se convierten en el foco indicado para separar familias. Por eso el enojo, por eso la furia. Esas tampoco son formas.
La gente dice ‘pero hay que emigrar de manera legal’ y yo me pregunto, si sabrán lo difícil que es lograrlo. Hacer las cosas correctamente no siempre te asegura tu objetivo. Las legalidades terminan siendo solamente un golpe de suerte. A algunos les va bien y a otros no.
Desde la experiencia
Siendo la hija de padres inmigrantes sé lo que es tener que hacer las cosas ‘bien’. Sin embargo, la historia de mi familia y la mía es muy diferente a la de muchos. Tengo el privilegio de que mi mamá siempre tuvo visa, con la que entraba y salía.

Pero sabíamos que en cualquier momento podía ser arrebatada de ese lujo. Por esa razón mi mamá y yo nunca cruzamos el puente internacional juntas. Se me prohibió estar en el mismo coche o estar cerca de ella en la fila. Por seguridad, ya que yo soy ciudadana americana. Era para evitar preguntas.
Sin embargo, era incómodo para mí tener que viajar con mi mamá y separarnos en coches distintos cuando llegaba la hora de cruzar el puente. Hasta caminando se me prohibía voltear a ver a mi mamá o estar cerca de ella.
Suena como algo irrelevante, pero permeaba el miedo dentro de mí y ese sentimiento no se ha quitado. Solo quería viajar de manera normal con ella. ¿Por qué algo tan simple tendría que volverse tan complicado?

Cuando cumplí 21 sabía que comenzaríamos el proceso para que yo pidiera a mi mamá como residente legal. Ella, que fue maestra por más de treinta años, cumplía con todos los requisitos. No es una persona que yo considere un peligro para Estados Unidos.
Nos interrogaron a ella y a mí por más de una hora. Solo para decirnos al final que la petición había sido negada, que en su última aplicación para la visa no decía que tenía a un familiar directo viviendo en Estados Unidos. Ante los ojos de ‘la ley’, mi mamá le había mentido al país.
Nos dio mucho miedo porque sabíamos que después de pedir una residencia, no se te vuelve a dar una visa. Porque otra vez, ante la ley, tú quieres quedarte. Ya lo intentaste una vez. De cierta manera mi familia sintió ese momento como una derrota.
Pero mis papás encontraron la manera. Gastaron mucho dinero, tiempo y sobre todo energía emocional y mental. Mi mamá que ama trabajar no podía hacer nada en lo que esperábamos una respuesta.

Al final todo se dio para nuestro bien. Y cinco años después, mi mamá hizo su examen para convertirse en ciudadana. Hoy ya nadie puede correr ni a mi mamá ni a mi papá. Pero no todo el mundo tiene la fortuna de decir eso.
Detrás del sueño americano
Siento mucha empatía por aquellas personas que son separadas por sus familias. O que tienen miedo de que eso suceda. Sabiendo que muchos vienen con sueños y ganas de trabajar.
La gran mayoría a eso viene, a buscar un mejor futuro para sus hijos. El que rompas unas cuantas reglas o te brinques un muro en el camino, no considero sea lo peor que una persona pueda hacer. You gotta do what you gotta do, dicen en inglés.
La administración presidencial de estos momentos está llevando las cosas a otro nivel. Ya no lo veo como un plan estratégico en contra de criminales, es un plan anti raza. Las comunidades y colonias que están siendo atacadas no son de inmigrantes blancos. Qué curioso que sea el Latino el que está siendo más afectado.

Si se atreven a ir por personas saliendo de misa o en una graduación que es algo totalmente inhumano y sin corazón, por mí que la gente rompa todo. Que quemen lo que tengan que quemar y que griten lo que tengan que gritar. Ellos no nos respetan, ¿por qué nosotros a ellos sí?
Nadie nos escucha cuando hablamos tranquilamente. Nadie nos presta atención. Solo somos un número más. Pretenden querer inclusividad, pero muchas veces son mentiras. Les intimida ver que podemos ser más inteligentes o exitosos que ellos. No quieren competencia, eso es todo.
Veo que hay quienes critican que se lleven banderas de otros países a las protestas. Y yo lo celebro. Porque al final del día, muchos de nosotros nos sentimos representados por dos o hasta más lugares a la vez.
Yo que crecí en México y en Estados Unidos me siento conectada con los dos países. Nadie tiene porqué demostrar que merece estar en un lugar. Somos ciudadanos del mundo, dice mi mamá.
Tenía esperanzas de que este año Estados Unidos tuviera una presidenta, así como la tiene México. Pero me he entrenado a desear lo mejor, pero siempre esperando lo peor.
Como mujer y como minoría, muchas veces tenemos que demostrar lo que valemos con el doble de esfuerzo: Es cansado y debilitante. A veces creo que ya no tengo energía ni para consumir las noticias que ocurren diario.
Pero hoy no es momento de rendirse. Ahora más que nunca es cuando uno debe de alzar la voz. Tal vez no se gane mucho haciendo el intento, pero no perdemos nada.
Nadie es ilegal en tierra robada.