A veces basta un solo gesto para cambiarlo todo. Esta vez, fue un color. Porque cuando Saint Laurent presentó su colección masculina para Primavera-Verano 2026, el negro —ese tótem absoluto de la maison— no estaba en ninguna parte.
Como si Anthony Vaccarello, su director creativo, hubiese decidido darle unas vacaciones prolongadas. Lo que ocupó su lugar fue una vibrante sinfonía de tonos cálidos, texturas livianas y una mirada audaz hacia un nuevo tipo de masculinidad: más sensual, más libre, menos solemne.
Con guiños a los años 70 y siluetas pensadas para flotar, la sastrería de Vaccarello demuestra que el futuro puede ser suave, brillante y radicalmente bello.
¿Qué cambió en Saint Laurent esta temporada?
El negro, ese símbolo eterno de Saint Laurent, quedó fuera de escena. Esta vez, Anthony Vaccarello eligió despojar la colección de su tono más icónico y vestir al hombre de una paleta solar. Fue un gesto valiente —y profundamente significativo— que marcó un antes y un después en el universo masculino de la maison.
El resultado: una colección que respira libertad, que abraza el color como declaración de identidad y que reinterpreta la elegancia desde una nueva óptica.

¿Qué tendencias vimos en la colección de Saint Laurent?
Una propuesta que toma el imaginario masculino de los años 70 y lo filtra a través del prisma contemporáneo de Vaccarello. Camisas fluidas, semitransparentes, en tonos cítricos; mini shorts terracota de corte limpio; pantalones holgados que apenas rozaban el suelo, todo pensado para moverse como el cuerpo bajo el sol: con libertad, con placer.
Los blazers de hombros marcados y cinturas ceñidas recordaban la precisión sastrera que ha definido al diseñador desde sus inicios, pero aquí había una actitud nueva: despreocupada, luminosa, hedonista.


¿Cómo se expresó el color en esta colección?
La paleta cromática fue un manifiesto. Aparecieron tonos que parecían sacados de una postal veraniega onírica: verde menta, azul bebé, naranja ácido, terracota, púrpura eléctrico y amarillo limón. Vaccarello apostó por el total look monocromático, dejando que cada color protagonizara su propia narrativa visual. Fue un ejercicio de poder contenido: no hay estridencia, hay presencia.


¿Qué materiales y texturas destacaron?
Todo se sintió etéreo, como si las prendas estuvieran hechas para flotar. Vaccarello eligió sedas mate, algodones ligeros y tejidos técnicos suaves que se movían con el cuerpo. El lujo ya no se trata de lo que brilla, sino de lo que se siente. La comodidad se volvió el nuevo símbolo de estatus: sutil, pero irrenunciable.

¿Una nueva masculinidad Saint Laurent?
Totalmente. Lo masculino, en esta colección, se desliza hacia un terreno menos binario y más emocional. Hay un lenguaje corporal distinto en los modelos: menos rigidez, más sensualidad. La ropa ya no actúa como armadura, sino como piel.
La fluidez domina. Las texturas —sedas lavadas, algodones livianos, tejidos técnicos suaves— construyen una estética que no impone, sino que propone. La elegancia está ahí, sí, pero sin peso. El lujo, esta vez, no es una carcasa. Es movimiento.
¿Qué papel juegan los años 70 en esta propuesta?
Están ahí, pero no como homenaje literal. Hay ecos setenteros en los shorts inspirados en el joven Yves, en las camisas amplias con bolsillos con tapeta, en el espíritu libre que atraviesa toda la colección. Pero no hay nostalgia. Solo continuidad silenciosa. Vaccarello toma ese legado y lo lleva hacia un futuro sin archivo.

¿Qué nos dice esta colección del futuro de Saint Laurent?
Que romper las reglas puede ser, también, una forma de fidelidad. Vaccarello no cita el pasado, lo reinterpreta. No homenajea, transforma. Y aunque los guiños a Yves —ese joven diseñador que también supo huir del ruido para encontrarse a sí mismo— están ahí, no son obvios. Son sutiles. Son emoción.
Esta colección no tiene nostalgia. Tiene presente. Y ese presente es suave, preciso, inesperadamente colorido.
Porque hay gestos que lo cambian todo. Esta vez no fue una prenda. Fue la ausencia del negro. Y con eso, Saint Laurent volvió a empezar.