Esta fiebre por el té matcha ha generado una crisis de producción que tiene inquietos a productores y consumidores por igual.
La popularidad global del té ha traído consigo un problema serio: Japón, el país que ha perfeccionado esta joya verde durante siglos, se está quedando sin abastecimiento para su propio consumo, y esto podría cambiar su calidad para siempre.
Celebridades como Selena Gomez, Justin y Hailey Bieber, Kourtney Kardashian, Travis Barker y Serena Williams son algunas de las que consumen el té oriundo del archipiélago del Sudeste Asiático.

¿Qué está pasando con el matcha?
El matcha se ha convertido en el rey absoluto de las tendencias saludables. Este amor global por él ha traído consigo un problema serio: Japón, el país que ha perfeccionado esta joya verde durante siglos, se está quedando sin abastecimiento para su propio consumo.
Esto podría cambiar su calidad para siempre. La demanda de este té en polvo se ha disparado exponencialmente, especialmente en los últimos dos o tres años.
Se ha convertido un ‘punto de contacto cultural en el mundo occidental’ que se encuentra en todo, desde heladerías hasta cafeterías populares.

Japón se ha quedado sin matcha
El matcha ha pasado de ser un producto de nicho a un fenómeno global, impulsado por grandes cadenas e influencers, lo que ha saturado la capacidad de producción de los agricultores japoneses.
Esta sobrecarga, evidente en lugares como Sayama donde los productores ya no aceptan pedidos, no solo es un problema de volumen, sino una amenaza a la tradición japonesa, haciendo que incluso en Japón sea difícil encontrar el polvo verde de calidad.
El futuro incierto del matcha
Si la actual tendencia de consumo de matcha continúa, es probable que se polarice su mercado: o se convierte en un producto exclusivo y muy costoso, o su calidad general se degradará con la proliferación de imitaciones.
Este escenario, que plantea riesgos de sobreexplotación y precios inflados, exige que los consumidores sean más informados y responsables.
La imparable demanda global del matcha ha empujado a Japón, su cuna, a una crisis de producción que amenaza tanto su abastecimiento como su calidad milenaria.
Este auge, impulsado por tendencias y redes sociales, ha transformado un producto de nicho en un fenómeno masivo, llevando a una escasez que compromete la tradición japonesa y plantea un futuro incierto: un matcha elitista o, peor aún, la degradación de su pureza.