¡Llegó el verano! El momento más esperado del año para muchas personas, pero para otras puede ser una época llena de ansiedad.
Por: Ana Carbajal.
Por mucho tiempo fue así para mí, ya que nací con una mala combinación: Crecer en la década de los 2000 y cerca del mar. Y digo mala combinación porque ser adolescente en aquellos días implicaba estar preocupada por el cuerpo «perfecto».
Aunado a todas las frases que leíamos en las revistas, como «La dieta que te hará perder 5 kilos en una semana» o las fotos de famosos en donde se les señalaba la celulitis y los rollitos, como si pusieran en riesgo la seguridad nacional.
Desafortunadamente esto impactó en nuestras vidas; de niña recuerdo escuchar a las mujeres hablar mal de su cuerpo y estar obsesionadas con su peso, por lo que yo, a los 12 años, ya estaba en el gimnasio, contando calorías para intentar tener el llamado bikini body.
Recuerdo la primera y última vez que use bikini de niña: Tenía 6 años, el atardecer era hermoso y le pedí a mi mamá una fotografía; ella respondió: «Los atardeceres no salen bien en las fotos». Insistí, me puse en el balcón y ella presionó el botón.
Después de revelar el rollo, recuerdo encontrar la foto donde me vi sonriendo con mi bikini azul y con un hermoso atardecer naranja de fondo; lo primero que pensé fue: «Mamá se equivocó, si pude retratar el atardecer», y lo segundo: «Estoy gorda».
Algo se fracturó dentro de mí en ese momento y de ahí en adelante mis pensamientos se obsesionaron por mi cuerpo. No tengo más fotos en bikini, mis días en la playa estaban llenos de leotardos, shorts, batas y pareos; quería evitar a toda costa el dolor de ver el cuerpo que habitaba.
Y así viví todos mis veranos, con el sabor amargo de la ansiedad y tristeza. Cuando cumplí 24 años, tomé un bikini que había comprado a los 15 y que nunca usé, decidí usarlo por primera vez en la plata. Recuerdo ese día como si fuera ayer:
Estaba en mi proceso de deconstrucción y, poco a poco, iba conquistando áreas de mi vida que habían sido afectadas por mi baja autoestima, una de ellas era la playa, a la que le tenía que reclamar los veranos perdidos para que el mar se volviera mi lugar seguro.
Ponerme ese bikini fue para mí un acto de valentía, no fue fácil, pero definitivamente marcó una diferencia en mi vida. Fue uno de los días más felices de mi vida. Recuperar el derecho de habitar mi cuerpo dignamente fue un abrazo al alma.
Pasos para hacer las paces con tu cuerpo
Y tal vez te identificas un poquito con mi historia y perdiste también muchos veranos por la ansiedad de no encajar en el estereotipo del bikini body; pero, ¿cómo evitar que siga sucediendo? Cada proceso es diferente y, por ello, te comparto algunos de los puntos que seguí para llegar a ese lugar de paz con mi cuerpo.
1. Deconstruirnos y redefinir todo lo que no nos funcione
Por ejemplo, si no me atrevía a ponerme un bikini por no tener el bikini body entonces tenía que reemplazar esa definición por una que me funcionara y no me limitara. Así nos vamos reconstruyendo, siendo congruentes al ser humano que somos y no acorde a quién nos han dicho que tenemos que ser.
2. Redefinir y construir tu propio concepto de belleza
El concepto de belleza es una construcción en la que no estuvimos involucradas, por tanto, si no nos gusta nuestro cuerpo, no es nuestra culpa; es importante crear tu propia definición de belleza, una en donde encajes tú y tu tipo de cuerpo. Si en lo que crees que es bello no entras tú misma, ¿cómo podrías sentirte bonita?
3. Limpieza de estereotipos de belleza
Tenemos que dar unfollow a aquello que nos haga daño y bañarnos de representación digna, es decir, seguir a mujeres que se vean como uno mismo y que hablen de lo que necesitamos escuchar. Lo que mejor que podemos hacer es nutrirnos con aquella información que se alinea con lo que queremos ser. Busca nuevos referentes, no solo en redes sociales, sino también en películas, series, pódcast, libros, etcétera.
4. Perdónate
Me costó mucho aceptar y perdonar las consecuencias de mi falta de amor propio, ya que sentí que jamás iba a recuperar el tiempo que la gordofobia sistemática me robó. Esos días no volverán y ya lo acepté; es importante que proceses y hagas consciente el dolor que esto puede causar para comenzar a perdonarte.
5. Preguntarme qué haría en esta situación si tuviera el cuerpo de mis sueños
Yo creía que si un día despertaba con el cuerpo de mi sueños toda mi vida se solucionaría. Estaba tan equivocada. Comencé a cuestionarme; por ejemplo, cuando compraba ropa me preguntaba: «¿qué me compraría si me gustara mi cuerpo?».
Esto me permitió visualizar cómo podría vivir si tuviera más amor propio. Y aunque no me sintiera así, empecé a actuar como la mujer que quería ser y poco a poco me fui convirtiendo en ella. Uno se acostumbra a quererse.
6. Guía para tu primer día en bikini
Con el trabajo interno que te compartí y estas nuevas herramientas, ¿qué puedes hacer específicamente durante el día de la playa? Aquí te regalo unos consejos que me ayudaron en mis primeros días de reconquista a mis veranos.
- Atención plena: Enfócate en el presente, así ayudarás a que tu mente no se disperse.
- Agradécete en el espejo antes de salir: Reconoce a tu cuerpo por el gran trabajo que hace para mantenerte viva.
- Pon límites: Pide a la gente que te acompañe a que se abstenga de comentarios sobre tu cuerpo.
- Planea consentirte: ¿Qué es lo que más disfrutas hacer en la playa? Puede ser leer bajo el sol, broncearte, nadar, hacer snorkel, entre otros hobbies.
- Reeduca a tu mente: No eres lo que dicta tu mente, separa esa voz de la de tu corazón. Lo que piensas de manera negativa en torno a tu cuerpo es resultado de un adiestramiento hecho durante años.
- Sé amable contigo misma: Han sido muchos años viviendo con estos patrones que nos han hecho sentir mal con nosotras mismas, por lo que ser paciente es muy importante.
Por último, para tener un bikini body sigue estos pasos:
1. Tener un cuerpo.
2. Ponerte bikini.
3. Fin.
Recuerda que eres lo que eliges ser, pensar y hacer todos los días. Cambiar no es fácil, pero tampoco es imposible. Entre más actos de amor tengas hacia ti, será más fácil amarte, pues uno se acostumbra a quererse.
Continúa leyendo la columna de Ana Carbajal en nuestra versión impresa de Julio-Agosto 2024.