Enfrentar una situación tan difícil como lo es el fallecimiento de un padre, es algo que requiere todo el apoyo profesional posible, razón por la que recurrimos a una experta para entender el proceso que se vive cuando uno de ellos muere
El siguiente texto fue escrito por la terapeuta Verónica Olicón
En México, alrededor del 70% de los hogares, el padre sigue siendo reconocido como el jefe de la familia, según datos del INEGI, 2020; y aunque no existen datos exactos de cuántos de esos padres han fallecido por la actual situación de salud que se vive en el mundo, sí sabemos que México ocupa el primer lugar a escala mundial de menores que han perdido a sus padres.
Por otro lado, también es común que el número de fallecimientos a final del año y en el mes de enero se incremente, solo basta estar atento a las publicaciones de nuestras redes sociales para notarlo. Es por lo anterior que consideramos que este mes de abril, es un buen momento para reflexionar sobre el impacto que tiene la pérdida de un padre en las familias, ya sea por fallecimiento, por conflictos entre la pareja, por divorcio o separación de los padres.
A nivel simbólico, y con base en lo anterior, el padre sigue representando en nuestra cultura, la estructura, la seguridad y la fortaleza para la familia; además de que constituye junto con la madre, gran parte de nuestra identidad.
Es por ello que cuando se pierde al padre; la autopercepción, la seguridad en el mundo, incluso el sentido de vida se ven sensiblemente alterados. Es como si un gran terremoto devastará nuestro universo interno.
Nada volverá a ser igual
El ancla que sostenía a ese hijo o hija, se fue y deja a la deriva la propia vida de quienes han perdido a su padre. El duelo parecerá que no tiene fin, ese dolor interminable del que se espera que en algún momento pare y atraviese las etapas de las que los expertos hablan, para que tal vez algún día llegue la aceptación.
El duelo es una emoción intensa que conlleva a otras emociones. Primero la negación, luego viene la ira, contra una misma y contra todos; la ira consigo misma se puede convertir en culpa; y tal vez la menos intensa, pero la mayoría de las veces la más larga y pesada de todas: la tristeza. Y por último, la aceptación, cuando aprendemos a lidiar con la pérdida.
Reconstruir los muros
Aunque estoy segura que la experiencia de cada familia y de cada persona dependerán de un sinfín de factores, me permito compartir algunas ideas que espero alivien o brinden alguna esperanza que reconforte el corazón de quienes están pasando por la pérdida del padre de familia.
Se compasiva con cada emoción que se experimente en la familia, papá se ha ido y requerirás recordar y practicar ahora en ti, esa mirada compasiva y sabía que alguna vez él brindo y con la cual, la familia sabía que todo estaría bien y en compañía.
Regálate unos momentos a sola con él, en esa presencia en su ausencia, expresa abiertamente tus sentimientos, dile por qué estas enojada o triste o cualquier sentimiento que identifiques y date el permiso también de llorar.
Confía en que tú y la familia aprenderán a salir a su propio ritmo de las situaciones que la perdida les ha dejado, se paciente, pide ayuda y abre espacios con cada integrante para expresarse, pedir y proponer alternativas para ir avanzando en cada etapa que cada uno o en grupo estén viviendo.
Abrázate y abraza, al menos una vez al día asegúrate de tener contacto físico amoroso y firme con cada integrante de la familia; papá, tal vez sin tú ser consciente, estableció durante la infancia de las y los hijos la relación por medio del contacto. Y sino recuerda cómo su abrazo te hacía sentir.
Realiza alguna actividad que haya quedado pendiente, esa que te hubiera gustado hacer para él o con él y entrégaselo como una manera de honrar su existencia en la vida de esa familia.
Nada será igual, pero quedará lo mejor y a partir de ahí se reconstruirán los muros de la familia.
