miércoles, mayo 21, 2025
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    Testimonios de madres que enfrentan el dolor con amor

    El Día de las Madres no se vive de la misma manera en todas partes del mundo. En un continente es una celebración, y en otro, el recordatorio de una pérdida. Pero en todos los países el amor de una madre es el motor para vivir, incluso en medio del duelo.

    Por: Monica Mendoza.

    Cada año, el Día de la Madre llega envuelto en flores, almuerzos familiares y mensajes llenos de ternura. Pero hay mujeres para quienes esta fecha no se siente como celebración, sino como un recordatorio silencioso de lo que ya no está. De lo que duele. De lo que falta.

    Desde Israel, dos madres nos comparten lo que significa vivir esto desde un lugar distinto: no solo desde el amor, sino también desde la ausencia y la incertidumbre. 

    El amor de una madre en medio del duelo

    Sherri Mandell perdió a su hijo Koby, asesinado brutalmente con su mejor amigo cuando apenas era un adolescente. Koby Mandell tenía 13 años cuando fue asesinado el 8 de mayo de 2001, cerca de su casa en Tekoa, un asentamiento en Cisjordania. 

    Ese día, él y su amigo Yosef Ishran se saltaron las clases para hacer una caminata por una cueva cercana. Horas después, sus cuerpos fueron encontrados brutalmente apedreados hasta la muerte en un acto de violencia atribuido a militantes palestinos.

    Su asesinato conmocionó a Israel y llevó a sus padres, Sherri y Seth Mandell, a crear una fundación en su nombre para apoyar a familias que han perdido seres queridos en actos de terrorismo.

    Enfrentar la perdida como madre

    Por otro lado, durante el ataque masivo de Hamás contra Israel, Silvia Cuño vivió una tragedia que marcó su vida para siempre. Su hijo David, su nuera y su nieto de tan solo 4 años fueron secuestrados en el kibutz Nir Oz. 

    Días después, su nuera e hijo menor fueron liberados, pero David continúa en cautiverio junto a su sobrino Ariel, de 26 años, quien también fue secuestrado ese día.

    Desde entonces, Silvia vive en una angustiosa espera, sin saber en qué condiciones están ni cuándo podrán volver a casa. A pesar del dolor, se ha convertido en una voz activa por la liberación de los rehenes, movida por la fuerza del amor y la esperanza.

    Sus historias no son únicas, pero sí profundamente necesarias. Porque en medio del duelo, la espera y el miedo, ambas han encontrado formas de seguir en pie.

    De seguir siendo madres. De transformar el dolor en acción, incluso cuando la vida les dio vuelta el mundo.

    La voz de las madres que tienen esperanza

    Este Día de la Madre, escuchamos a las que también merecen ser celebradas: las que no han dejado de amar, aún cuando todo lo demás ha cambiado.

    Sherri me recibe con una sonrisa frágil pero firme, como quien ha aprendido a ponerle palabras a lo que antes era puro abismo.

    ‘Mi duelo era como arenas movedizas’ me dice. ‘Me tragaba. Sentía que había fallado a mis hijos’. Habla con una honestidad que corta el aire.

    Me cuenta que hubo días en los que pensó que no iba a poder seguir. Pero encontró una estrategia, simple y poderosa: cuando lloraba frente a sus hijos, les pedía que le pusieran un cronómetro. Un minuto. Nada más.

    ‘Así aprendieron que el llanto no nos destruye. Que llorar también es parte de estar vivos’ explica. Llorar se volvió parte de la rutina. Un acto cotidiano, hasta tierno. Un juego involuntario entre madre e hijos: ¿cuánto tiempo llorará mamá hoy?

    Con el tiempo, Sherri entendió que la única manera de no hundirse era convertir su experiencia en algo que ayudara a otros.

    Así nació la Koby Mandell Foundation, una organización dedicada a brindar apoyo emocional a mujeres y niños que han perdido a sus seres queridos por actos de terrorismo o violencia.

    A través de campamentos terapéuticos, talleres, retiros y espacios de contención emocional, la fundación se convirtió en un refugio para cientos de familias que, como ella, vivieron lo impensable.

    ‘Los campamentos para niños han sido un salvavidas’ dice. Porque el duelo en la infancia necesita una atención diferente, pero igual de amorosa. Y con las madres es igual: necesitamos hablar, compartir, llorar y volver a reír.

    Hoy, su hija dirige la fundación. Una continuidad que emociona. Una muestra de que cuando el amor se siembra en el dolor, puede florecer con más fuerza que nunca.

    Vivir en la incertidumbre 

    Silvia Cuño, en cambio, habla desde otro tipo de infierno. El del no saber. El de despertarse todos los días sin noticias de sus hijos.

    David y Ariel fueron secuestrados el 7 de octubre de 2023, durante uno de los ataques más devastadores en la historia de Israel.

    Ese día, combatientes de Hamás y otros grupos armados de Gaza ejecutaron un ataque sorpresa que dejó un saldo de aproximadamente 1.195 personas asesinadas, en su mayoría civiles, y al menos 251 personas secuestradas, entre ellas mujeres, niños y ancianos.

    Desde entonces, Silvia vive en una espera que no se detiene: ‘Me despierto todos los días pidiéndole a Dios que sea el último¿ dice, con una serenidad que sorprende. ‘Que mañana ya estén conmigo’.

    Y sin embargo, no se quiebra. Al contrario. Se ha convertido en vocera de una causa que jamás imaginó llevar.

    Hoy da entrevistas, encabeza manifestaciones, sostiene pancartas con los rostros de sus hijos y aprende a hablar frente a cámaras con una fuerza que nunca había tenido.

    ‘Antes me temblaba la voz. No podía hablar en público. Y ahora, ya hasta sé poner los micrófonos. Como si hubiera nacido para esto’ dice riéndose, como quien se ríe para no llorar.

    Lo que más le asombra de sí misma no es su valentía, sino la capacidad de no odiar.

    Tengo tanto amor para dar que el odio no me cabe. No odio a los palestinos. A esos niños les enseñaron algo equivocado desde pequeños. Pero no los odio’.

    El duelo, cuando se vive con los ojos abiertos, se transforma. Ya no es solo una herida; es una forma de resistencia. Una forma de seguir dando amor, incluso cuando la vida parece haberse detenido.

    Lo fuerza de una madre cuando sus hijos no están 

    Sherri encontró señales en medio del caos: amigas que llegaban sin avisar a limpiar su casa, terapeutas que se sentaban en su sala sin hablar, solo para estar. Y una noche en la que, con sus hijos, caminaron por la casa haciendo ruido con ollas y sartenes porque el silencio dolía más que cualquier sonido.

    Silvia, por su parte, sueña con los muertos. Literalmente: ‘Soñé con uno de los que fue asesinado. Entró por la puerta, me miró y no dijo nada. Solo me miró. Y eso me dio fuerza’.

    ¿Qué las mantiene vivas? La fe, sí. Pero también algo más profundo: el coraje de quienes han perdido tanto que ya no temen perder más.

    Testimonios de madres en duelo
    Una vida con seguridad e integridad es un derecho universal al que niños y adolescentes deben tener acceso.

    Y aun así, siguen dando amor como si lo tuvieran todo. ‘A mis hijos, si me escuchan, les mando toda la fuerza del mundo’, dice Silvia. ‘Como siempre digo: fuerza, carajo’. Ahí está todo. En esa frase cargada de rabia, ternura y determinación.

    El amor de una madre que no pide permiso. Que no necesita explicación. Que sobrevive, incluso cuando la vida no da tregua.

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