Por: Luisa Peña
Las reuniones con amigas son espacios de conexión auténtica donde compartimos experiencias desde lo más trivial (como qué comprar en tiendas al mayoreo, hasta historias profundas que a menudo generan asombro o indignación).
En general, estas citas son la oportunidad perfecta para intercambiar confidencias y recomendaciones de especialistas médicos, restaurantes, destinos de viaje, cursos, series de TV, suplementos e infinidad de tendencias culturales.
Hace unos días, en una comida con amigas, disfrutamos de un menú que prometía ser un deleite al paladar y conversamos sobre diversos temas; sin embargo, al regresar a casa me quedé dándole vueltas a uno que me pareció digno de análisis: el largo de la falda.

¿Cuáles es la ropa apropiada para la mujer?
Como parte del repertorio temático, hablamos de nuestros looks, especialmente del que llevaba una de ellas. Era la falda perfecta: corte A, con pretina ancha que favorece la cintura y largo a la rodilla, ‘apropiada para mujeres de nuestra edad‘.
Claro, porque de haber estado más corta, ninguna la usaríamos: ‘¡Ya no estamos en edad de usar faldas cortas!’, dijo una de mis amigas. Nos volteamos a ver con expresión de nostalgia y resignación. ‘¡Es un pena!’, pensé, con lo mucho que me gustan.
Si bien creo firmemente que la indumentaria refleja nuestra identidad, también es cierto que transmite mensajes condicionados por un contexto geográfico, cultural, religioso y político.
La visión global del cuerpo femenino
En países como Francia, la libertad individual permite a las mujeres decidir sobre su cuerpo y vestimenta sin que la religión dicte normas. Mostrar piel no se considera inmoral, sino un ejercicio de autonomía.
No obstante, en culturas machistas como la nuestra, con una herencia cultural y religiosa profundamente arraigada, se estigmatiza el uso de faldas cortas, escotes o transparencias, asociándolos con la sexualidad femenina y juzgándolos como provocadores o pecaminosos.
Estas normas varían según el entorno: en climas cálidos o en la playa, por ejemplo, a nadie parece importarle si andamos ‘rabonas’ o escotadas, como en Brasil, Colombia o Cuba, donde las mujeres expresan su identidad vistiendo con sensualidad y sin ser cuestionadas.

Ropa inadecuada o prejuicios internalizados
Recuerdo cuando mis hijos eran pequeños y solíamos pasar los sábados en el chapoteadero del club deportivo. Jamás olvidaré el relajo que se armó en una ocasión porque una mujer brasileña llevaba un bikini que dejaba al descubierto gran parte de su trasero.
Se paseaba con su bebé en brazos, sin percatarse del revuelo que ocasionaba. Me parece que no era su intención; en Brasil esa es la forma habitual de usar bikini. Esto generó críticas entre algunas personas (especialmente mujeres), lo que llevó a la gerencia a prohibir ‘ropa inadecuada’ en las albercas.
Este episodio refleja cómo los prejuicios de género limitan la libertad de las mujeres, incluso en espacios supuestamente relajados. No sé si esta mentalidad cambiará pronto. Aunque la sociedad mexicana evoluciona y ha avanzado en derechos de las mujeres en los últimos años, la libertad de elegir cómo vestir sigue enfrentando contradicciones y resistencias.
Por mi parte, trabajo en cuestionar mis prejuicios y superar inseguridades para atreverme a usar un par de faldas y vestidos más cortos. ¡Sé que debe haber una forma! ¡Faltaba más! Como stylist, estoy decidida a lograrlo con un look que me haga sentir confiada, cool y auténtica. Ya les contaré.