Por: Luis Téllez.
La palabra cáncer es probablemente una de las más letales que existen en nuestro vocabulario. Seis letras que al juntarlas parecen simular el efecto de una bomba atómica que aniquila cualquier dejo de esperanza que vive dentro de quien las recibe.
Muerte, eso es lo que el gran acumulado piensa, como si fueran sinónimos exactos, pero basta con admirar las historias y descifrar el común denominador de quienes lo padecieron para darse cuenta de que no es así, de que existe algo más poderoso, y eso es: la convicción de vivir.
La batalla contra el cáncer de mama
Ser diagnosticada es ser acreedora a un terremoto, un huracán, una erupción volcánica de emociones a lo largo del proceso. Dolor, gratitud, tristeza, optimismo, rabia, confianza, desilusión, esperanza… todo al mismo tiempo.
Los segundos se empiezan a sentir como horas, y los días como años enteros. Pero una vez que abrazas todo este sentir y asimilas con valentía la situación que te tocó enfrentar, son las ganas de prevalecer las que te empujan a cruzar la línea de meta.
El cáncer no se va cuando termina el tratamiento. Todo el mundo cree que porque acabaste las quimios, te empezó a salir el pelo y tocaste la campana, el viacrucis ha concluido. Pero no. Lo que quedan son las cicatrices, no solo las físicas, también las que más duelen, las emocionales.
Dicen por ahí que ‘después de la tormenta llega la calma’, y sí, pero para las sobrevivientes primero toca recoger los pedazos de su ser que se desmoronaron en el camino. Toca hacer esa limpieza del cuerpo, de la mente y del alma.
Lejos de ser una reconstrucción, termina siendo una reinvención. Una versión 2.0 de quien originalmente eras. Una mucho más pulida, más fuerte, más positiva, más agradecida y más invencible.
Algunas, lo describen como una bendición escondida, una experiencia de vida que si nunca hubiera tocado a su puerta jamás habrían descubierto el inconmensurable poder que vive dentro de ellas.
¿Quiénes son las Hermanas del Catéter?
En Marie Claire México nos gusta descubrir y contar historias, aquellas que nos inspiran y también nos motivan, así es como llegamos con las Hermanas del Catéter: Mujeres que son sobrevivientes del cáncer de mama con experiencias distintas, pero que forman una tribu en la que comparten sus experiencias.
Laura
‘Cuando recibí la noticia, me sorprendió, pero no me dejé hundir. Ese día me di cuenta de que no le tenía tanto miedo a la muerte. Desde el inicio, mi actitud fue receptiva. Aunque hubo momentos de tristeza y dolor, intenté hacerme fuerte siempre, prefería que me vieran así’.
‘Cuando se me cayó el pelo, decidí que no me afectaría, de hecho, a menudo, se me olvida que no tengo. Salgo a la calle, sonrío y me comporto como si todo estuviera normal. A veces, solo me doy cuenta de que no tengo pelo cuando me miro al espejo. Nunca pensé que me iba a morir. Al contrario, vi esto como una oportunidad para crecer y volverme más fuerte’.
Daniela
‘Morirme y no estar, ese era mi miedo. Imaginar que la gente que me quiere iba a sufrir. Me dolía pensar en mis hijos, en no verlos crecer. Me partía el corazón creer que no se iban a acordar de mí. Desde aquel diagnóstico decidí escribir un diario hacia la gratitud. A pesar de ser algo
tan fuerte, había muchas cosas que agradecer’.
‘Mi cáncer trajo demasiado amor, demasiadas luces y muchísima esperanza de saber que vino por algo: para frenar, enseñar y ser mejor; para cambiar la perspectiva y darle importancia a lo que verdaderamente tiene. Me permití sentir, llorar cuando tenía que llorar. Lo escribía todo y lo compartía todo. Decidí no quedármelo y no tragármelo. Me dispuse a hacerle frente’.
Gaby
‘Mi mamá lo tuvo hace años. Al verlo de cerca, sientes que lo dominas todo… hasta que te toca a ti. ‘Es una bolita de grasa, no pasa nada’, pensé. Pero de esa ‘bolita’ pasamos a un cáncer de mama. Cuando perdí el pelo, sentía como si llevara una letra escarlata: ‘soy paciente de cáncer».
‘Todo el mundo cree que es una banalidad. ‘¿Qué te preocupa? ¡Vuelve a crecer!’, me dijo una amiga. ‘Claro, siéntate en esa silla y rápate conmigo’, contesté. Ahí entendió. No es solo pelo, es el hecho de verte y saber que estás enferma. Una realidad que te golpea todas las mañanas en el espejo’.
Nuri
‘Sentía pequeñas bolitas en el pecho derecho. Decían que eran benignas. Fueron creciendo y empezaron a doler. Pensaron que podría ser una infección o mastitis. Busqué una segunda opinión y finalmente se revelaron tres tumores. Recibir un diagnóstico que indicaba una ‘lesión’, para luego enterarme que era cáncer, me dejó atónita’.
‘Mi mayor preocupación eran mis hijos. Decidí mantenerme fuerte por ellos. Empecé a ver el cáncer como una oportunidad para aprender y crecer. Investigué y probé todo tipo de métodos de sanación, desde rituales hasta meditaciones. Aprendí a soltar y confiar en que estaba en las mejores manos’.
Angélica
‘Tenía un tumor benigno que me habían encontrado hace más de 10 años. Un día creció y mi ginecólogo sugirió quitarlo. En la cirugía encontraron otro más chiquito debajo, y ese sí resultó ser maligno’.
‘Cuando te lo dicen sientes como si estuvieras en el juego de las tazas locas en donde todo da vueltas y no puedes ni respirar. Lo primero que pensé fue, ‘Listo, aquí acabó’. Fue un shock impresionante, sentí como si mi cuerpo me hubiera traicionado, sobre todo siendo joven’.
Marinés
‘Se me nubló todo y dejé de escuchar. Me acuerdo de entrar al consultorio y ver a los doctores diciéndome que era cáncer y que estaba avanzado. Lo primero que pensé fue en mi hija y en mi esposo, en que iban a dejar de tener una mamá y una esposa presentes en sus vidas’.
‘Le pregunté a mi oncólogo ‘¿Me puedo morir?’, y contestó, ‘Sí, si te quedas sentada en un sillón deprimida. No, si haces tu vida, regresas y eres tú’. Me empoderé y la muerte dejó de ser un problema’.
Sharon
‘No sentía absolutamente nada. Tenía un viaje y estaba muy emocionada, pero antes fui a mi mastografía anual y… había cáncer. De repente nada era importante, solo mi salud y estar bien’.
‘Extrañamente, me sentí más viva que nunca. Pensaba que esto solo era un proceso para sanar completamente el alma y dejar ir todo lo que ya no sirve para seguir con la vida plena que estaba construyendo’.
Mariola
‘Desde que la enfermera se quedó 15 minutos en mi seno izquierdo, supe que algo no estaba bien. Al momento que te dicen la palabra cáncer, te bloqueas. Lo primero que piensas es que te vas a morir, por lo menos hasta el proceso de recuperación. Son diferentes etapas y emociones’.
‘La primera y la más difícil, la incertidumbre. No sabes qué te depara, si la vas a librar o no. Luego viene el tratamiento, una etapa complicada consecuencia de los tabús que existen alrededor de ello. Pero una vez inmersa, tienes la oportunidad de ver todo desde una nueva perspectiva’.
Maximina
‘La persona que me estaba haciendo el ultrasonido hizo una cara que lo dijo todo, así fue como empezó mi historia. Cuando te diagnostican te cuestionas la vida misma. Te vas para atrás y evalúas cómo ha sido. ¿La he disfrutado? ¿He sido feliz?’.
‘Me di cuenta que tenía todo lo que quería. No quería escalar el Everest ni necesitaba lograr nada en especial. Lo único que quería era mi cotidianidad, pero el cáncer fue precisamente lo que me quitó’.
Sus historias llegan como inspiración a nuestras páginas, puedes leer sus testimonios en nuestra versión impresa del mes de octubre, un mes sumamente importante para visualizar esta batalla.
Créditos:
Fotografía: Frances Rou.
Realización: Sergio Valenzuela.
Producción: Yuliet Delgado.
MUAH: Pily Gutiérrez.
Asistentes de moda: Michelle Ortiz y Vanessa López.