sábado, septiembre 7, 2024
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    La versión artística de Jordi Mollà

    El actor español nos presenta su arte

    El español Jordi Mollà ha incursionado en distintas fases del arte, ha sido director, actor, escritor, guionista, y ahora nos presenta su arte, que tiene como eje el riesgo.

    Parece que el destino le tenía preparado un largo camino en esta industria, de la que, poco se arrepiente de vivir. Aunque, en un par de ocasiones, confesó que hubiese preferido crear menos material.

    De vez en cuando se deja invadir por la musa. Un artista completo en su máxima expresión. Si se pudiera describir, se podría decir que es de los que encuentran respuestas a la mayoría de asuntos sustanciales.

    Foto: Giuseppe Ferito

    Próximo a lanzar un documental que comparte con uno de sus más grandes amigos, Domingo Zapata, Contra viento y marea, retos y otros obstáculos, nos mostrará una producción audiovisual íntima que planeaba hace mucho.

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    Más allá de lo que conocemos como el Jordi Mollà Perales, su nombre de pila, hay un ser humano sensible que hoy en Marie Claire deja entrever.

    ¿La creatividad es una zona de confort?

    Yo te digo que la creatividad nunca es una zona de confort. Es una zona de salto continuo.

    Y de zonas oscuras…

    Yo pinto cosas bellas, que tienen vida. Cuando empecé, pintaba otras cosas. Y la gente me decía: “pero lo que tú pintas parecen monstruos”. Eso fue hace muchos años. Yo soy más de los que pintan monstruos a los que pintan una “casita” perfecta. Constantemente me pregunto: ¿Qué hay dentro de esa casita? El monstruo. Eso es muy relativo. Prefiero pintar cosas expresivas.

    ¿En qué momento te das cuenta que estás enamorado del arte y que quieres vivir de este mundo?

    Yo me hago muy bien el tonto. Siempre que quiero algo; lo consigo y luego me saboteo. Y no sé bautizarme. Yo no me llamo artista. Tardé 12 películas para autoproclamarme como actor. Hoy en día hay mucha gente que empieza una película y dice: “soy actor”. Por mi lado, me exijo mucho para bautizarme y decir que ha tomado forma. Finalmente me hago el loco. Es parte de mi personalidad. Y me ha ido muy bien ¿no? La palabra artista me distorsiona. Finalmente hago esto porque es mi vida. No tengo escapatoria. Mi vida es así. Sigo el flow con mil dudas, con preguntas cada día, pero continuo.

    ¿También es parte de la timidez?

    Yo soy muy introvertido. No me considero tímido. Nadie cree que lo soy. Los mejores actores son personas muy introvertidas. Por eso usan la actuación como mecanismo de escapatoria. A través de sus personajes se expresan de lo que, en la vida real, escapan. Sí en una película un director me pide que baile; yo le diré que no sé bailar, pero que lo haré porque es mi personaje el que va a tomar acción. Por eso, cuando me invitan a presentar una premiación, me colapso y digo que no, porque ese es Jordi el que presenta el premio.

    Tienes que poner la cara.

    Sí, soy yo. Si me disfrazo para la ocasión no habría problema, porque no sería yo. Es un personaje, aunque en el fondo sigo siendo Jordi. Son caras. Son personajes.

    Después de esta larga trayectoria en la que te ha costado trabajo reconocerte tantas veces. ¿De qué te arrepientes?

    (Silencio) Si no respondo o me tardo en encontrar la respuesta, quiere decir que en el fondo no me arrepiento.

    ¿Y qué es lo que más te ha sorprendido en todos estos años?

    Yo. Cada día.

    ¿De qué te ha salvado el arte? Pintar, escribir…

    De todo. Por ejemplo: llegué a esta casa en plena pandemia. Pinté 90 cuadros. Me ha salvado muchas veces con la creatividad. Con cosas que te pasan: fallecimiento de padres, amigos. Encontré en ello, un espacio del que puedo seguir respirando.

    ¿Afortunado con el cambio?

    Sí, pero hay cosas de las que hay que trabajarlas. Esto solo así no va.

    ¿La musa te encuentra todos los días o te propone buscarla?

    Tampoco me propongo buscarla constantemente. A veces sí me llega. Como otras que no. Cuando estoy altamente creativo, es como una droga. Es muy fuerte y es sanísima. Tuve la fortuna de conocer al músico Prince, que tenía un repertorio de casi 1500 canciones, tanto que las discográficas no podían asumir todas sus creaciones. Tenían que sacar a Prince del estudio de grabación y cerrar con llave para que no entrara. El arte me absorbe tanto que aquí vivo. Y vivir con todo esto es conveniente, porque puedo ser libre: pintar, hacer siesta, recibirte con una entrevista. Vivir con lo que haces. Es como si a alguien le gusta trabajar en un banco. No te desconecta con lo que te apasiona.

    ¿Qué colores tiene Miami para ti?

    Profundo. Azul, verde, morado. Una vez traje a alguien y dijo: “Todo es azul».

    ¿Cuáles son tus temas con las ciudades?

    España es una cultura amante de lo abstracto. Una vez, en Europa hice un cuadro de basura, que era muy grande donde iba a parar todo lo que yo no quería: cortinas, esponjas, tubo de pinturas. Lo expuse en Madrid y vino un señor que se llama Agustín, me agarró del brazo y me dijo: “dime. ¿Esto qué es?” Le dije: “Nada”. Luego me respondió: “¡Te lo compro!” Sólo porque le dije la verdad y porque tenía una fuerza expresiva. En Miami, la situación es distinta. Yo soy el primero que se sorprende con todo esto, porque uno puede tener todas las expectativas que quiera. Cumplirlas es otro asunto. Tal vez se cumplan más o mucho menos.

    ¿Documentar con tu gran amigo? Cuéntame un poco de eso de lo que se va a presentar en Basel.

    Domingo Zapata es muy caótico. Hace 13 años, él y yo rodamos un montón de material. Ese disco duro se quedó en mi casa de Madrid todo ese tiempo. Nunca más nos volvimos a conectar con eso. Aunque siempre existió la intención. Lo típico y no pasaba nada y le dije a Domingo un día de verano: “Es ahora o nunca. ¿Dónde vas a estar?”. Me dijo que nos encontráramos en Mallorca. Junto con un productor de Inglaterra y un equipo italiano tuvimos que volar dos veces para poder incluir a Domingo, porque llegó un punto en el que el director me decía: “hay un montón de cosas tuyas y nada de él”. Finalmente, le dije a Domingo: “Si no te prestas, tranquilo. Lo que quiero es que sea nuestro”. Y así fue. Esto que presentamos a Basel es una versión de lo que pudo ser.

    20 años de haber filmado tu primera película que cambió tu rumbo actoral. ¿Qué recuerdos tienes de esa primera vez?

    Terror. Ser un actor español y de repente te pongan en frente de Johnny Depp. Es como si te ponen en una final a jugar tenis con Rafael Nadal. Tienes miedo a lo ridículo. Gracias a ese gran actor, tuve un mayor crecimiento en la industria. Pero yo estaba aterrorizado. Uno sueña y cuando te llega eso que deseas, no sabes qué hacer con ello. Yo era super fan de Johnny Depp. Y, hoy en día, nos caemos bien. Yo nunca había pisado Estados Unidos antes. Entonces, todo resultaba diferente para mí. Acostumbrado al español, que rodamos en Zaragoza y de pronto actuar en otro idioma… tremendo.

    Actuaste como traficante colombiano. Te atreviste finalmente. No hay de otra.

    Fue un salto muy fuerte para mí.

    Era muy complicado para ti…

    En general, el español es echado para adelante. Yo soy más cauteloso. Si no quiero, entonces, no lo hago. Desde allí han pasado cosas gigantes. Uno tiene que saber lo que es para ti. Conectarte contigo mismo.

    ¿En qué momento te sientes libre?

    Cuando me echo la siesta. Últimamente ni siquiera he podido. Por lo menos, en Miami se puede hacer la siesta. En Los Ángeles tenía que agarrar fuerzas. En España es mucho más fácil hacerla, claro. Hay lugares más propicios. La libertad tiene un precio muy elevado, pero vale la pena.

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