Por: Luisa Peña
La menopausia está matando mi estilo y gusto por la moda. Este tsunami hormonal está poniendo mi vida de cabeza: lo que había sido importante para mí durante mucho tiempo, un día, al despertar, pareciera que dejó de serlo. Y hoy me siento desconectada de esa mujer que fui durante más de cuarenta años.
La menopausia es una de las transiciones más significativas en la vida de las mujeres, desencadenando cambios disruptivos en cada aspecto de nuestra existencia: desde nuestras actividades sociales, la convivencia con grupos de amistades, la identidad profesional hasta la forma de vestir.
Nuevos síntomas y un sentimiento extraño
El cuerpo manifiesta una sinfonía de síntomas: desde los inevitables bochornos y el dolor articular hasta la neblina mental, el agotamiento extremo y los cambios de humor.
El indeseable aumento de peso redefine nuestra silueta, mientras sensaciones inusuales, como el cosquilleo en manos y pies, se suman a esta lista interminable de manifestaciones que, por fortuna, no todas experimentamos con la misma intensidad; incluso hay quienes parecen inmunes. ¡Qué suerte, caray!

El impacto de la menopausia en la salud mental
Desafortunadamente, esta fluctuación de los niveles hormonales trasciende lo físico para infiltrarse en la salud mental. El estrógeno, más allá de su papel reproductivo, es crucial para el metabolismo neuronal, ya que impulsa a las neuronas a quemar glucosa para generar energía.
Su disminución ralentiza nuestro cerebro, provocando una fatiga mental abrumadora. La depresión y ansiedad emergen sin razón aparente, un proceso que los especialistas atribuyen más a lo fisiológico que a lo emocional, tratándose con terapia de reemplazo en casos apropiados.
Redefiniendo nuestro estilo
En esta complejidad hormonal, hasta nuestros gustos experimentan una metamorfosis radical. El cerebro, en plena transición, nos hace perder temporalmente el rumbo, mientras nuestro estilo se difumina.
Y es que al cambiar nuestro cuerpo, ya no nos sentimos cómodas usando lo que antes nos sentaba bien. Yo, que me jactaba de tener una forma de vestir muy definida, de pronto, ya no me identificaba con ella. Pasé por un periodo de apatía total y ahora entiendo que está relacionada con la menopausia.
El guardarropa que antes nos definía ahora parece pertenecer a otra persona. Los stilettos que siempre amé y que dominaba con gracia ahora exigen un par de alternativas cómodas como reemplazo.
La última vez que me aventuré con mis antiguos zapatos favoritos (con los que antes podía hasta brincar), saliendo del evento, me los quité y caminé descalza al coche, pues con el dolor articular, mis pies no lograron cooperar.
El poliéster, otrora aliado, se ha convertido en mi némesis, transformando cada prenda en una sauna personal. Mi colección de moda aguarda pacientemente en el armario, como testigo silencioso de esta transformación.

Filas de prendas y accesorios esperan su turno para ser usados nuevamente, aunque la incertidumbre sobre su futuro uso persiste.
Honestamente, no sé si ese día llegará, pero de algo estoy segura: si no es así, habré aprendido a hacer las paces con esta nueva versión de mí misma y a dar la bienvenida a un estilo en construcción, tan fluido y cambiante como esta etapa de vida. Al menos por ahora.