París acaba de presenciar cómo Schiaparelli rompió la máquina del tiempo y la moda al mismo tiempo. Con Regreso al futuro, Daniel Roseberry tomó la elegancia vintage de los años 40, la mezcló con una pizca de locura surrealista y le puso un toque tecnológico que hizo que hasta el corset legendario se pusiera celoso.
Entre siluetas que parecen esculturas y vestidos que respiran, esta colección es un guiño descarado a Elsa, a su creatividad genial y a que la moda no solo se lleva, se siente. Regreso al futuro no es solo una colección, es la promesa de que lo inesperado siempre tiene estilo — y que Schiaparelli sigue siendo la reina indiscutible del juego.
¿Cuál fue la inspiración detrás de la colección?
Daniel Roseberry se sumergió en un momento histórico crucial: junio de 1940, cuando Elsa Schiaparelli se fue de París rumbo a Nueva York. Este contexto de cambio radical y tensión global marca la atmósfera de la colección. Roseberry estudió con detalle fotografías de la época —de Man Ray a Horst— para capturar esa elegante decadencia, un París al borde del abismo que refleja un presente lleno de contradicciones, en equilibrio entre pasado y futuro.

¿Qué tendencias se vieron en Schiaparelli?
Aquí no hubo futurismos metálicos típicos, ni gadgets digitales. El minimalismo cromático predominó con una paleta de negros, blancos y grises, salpicada de rojo retro vibrante —un flash de energía que cortaba la sobriedad— y destellos de diamantes astillados que parecían estrellas en movimiento.
Siluetas esculturales, corpiños metálicos y vestidos de lamé líquido coronaron una colección que fue una declaración de intenciones: alta costura como arte y futurismo sensorial.


¿Cómo se reinterpretó el surrealismo para una época post-digital?
Lejos del artificio obvio, Roseberry apostó por el surrealismo discreto y elegante: cerraduras de cerámica escondidas en los forros, bordados que eran juegos de luces y sombras, y prendas que funcionaban como ilusiones ópticas —como ese vestido rojo con relieve corporal que parecía caminar de espaldas.
La moda no es espectáculo efímero, sino un diálogo profundo entre historia, emoción y tecnología invisible. Schiaparelli recupera la lentitud, el detalle y la artesanía para proponer un nuevo manifiesto de alta costura.

¿Qué materiales y técnicas impulsaron esta visión?
Desde el tul transparente hasta la lana de Donegal, pasando por satines de alto brillo y lamé líquido, la selección fue exquisita y calculada. El juego de texturas y volúmenes arquitectónicos desafiaba la rigidez sin perder definición.
Destacan las chaquetas Elsa de hombros pronunciados, que entrelazan pasado y futuro en un gesto tan minimalista como poderoso. Abrigos matadores, sastrería con incrustaciones de perlas y vestidos al bies mostraron un equilibrio impecable entre tradición y ruptura.


¿Cuál fue el momento más icónico del desfile?
Sin duda, el gran clímax de la pasarela llegó con la aparición del vestido rojo que robó todas las miradas y corazones. Este diseño no solo destacó por su vibrante color, sino por una joyería tecnológica que cobraba vida: un corazón brillante con destellos rojos que latía al ritmo de la modelo.
La espalda: una escultura visual que simulaba el cuerpo femenino con una fidelidad impresionante. Contornos que reproducían el busto, las costillas y el ombligo, creando un relieve corporal que parecía respirar y moverse con la modelo.
Una ilusión óptica fascinante que desafía la percepción y reafirma el espíritu surrealista que ha caracterizado a Schiaparelli durante casi un siglo.
El Front Row de Schiaparelli
El espectáculo no solo estuvo sobre la pasarela: el front row elevó aún más el aura de exclusividad del desfile. Karol G debutó en el universo del haute couture, mientras Cardi B llevó el dramatismo Schiaparelli al máximo con un estilismo que parecía esculpido para ella.
Dua Lipa fue pura elegancia futurista: líneas limpias, presencia magnética y una estética que dialogaba perfectamente con el ADN surrealista de la maison. Hunter Schafer, musa contemporánea, apareció como una figura etérea que bien podría haber salido directamente del moodboard de Roseberry.
Tampoco faltaron las grandes embajadoras del estilo europeo: Chiara Ferragni, Leonie Hanne y Philippine Leroy-Beaulieu (sí, la icónica Sylvie de Emily in Paris), quienes interpretaron el universo Schiaparelli desde una mirada tan chic como arriesgada.
¿Cuál es el mensaje final que deja este Regreso al futuro?
Roseberry no romantiza el pasado ni teme el presente; lo habita. Esta colección es un espacio de memoria viva, tensión creativa y esperanza disruptiva. Nos invita a cuestionar la moda como máquina de tendencias y a verla como un arte que puede ser lento, sutil y poderoso.
Esta colección no fue un desfile: fue un manifiesto en movimiento. Un regreso al futuro que, en realidad, nos invita a mirar con más profundidad el presente.