Con casi 200 mil diagnósticos de cáncer al año en México, no es extraño que conozcamos a más de una persona que lo padezca o que lo haya sufrido.
Sin embargo, aún se puede sentir como algo sumamente lejano y ajeno, hasta que un día el cáncer toca a la puerta y entra a tu casa, como el visitante menos esperado y que viene a cambiar la vida de todos para siempre.
Estaba en mi habitación cuando sonó el celular. Contesté con tanta confianza, pues no estaba preparada para lo que iba a escuchar.
Del otro lado, mi tía, una mujer excepcional que la vida me puso en el camino como una segunda madre, alguien a quien amo más allá de lo que pueda escribir, mi maestra y amiga, la alegría y el pegamento de la familia.
—¿Cuáles son los resultados? —pregunté. Mi tía, con la voz serena, contestó:—Salí mal, mijita —No lograba procesarlo. Mi cerebro intentaba cambiar el significado de esas palabras, buscando excusas para no escuchar lo que temía.
—¿Cómo mal, tía? —pregunté con la esperanza de que me dijera otra cosa ajena a ‘esa’ mala noticia. —Pues tengo cáncer —respondió. Me quedé helada. De pronto, la luz del cuarto parecía más oscura. Y fue ahí donde llegó de golpe a mi pecho el mayor compañero del cáncer: El miedo.
Inocentemente nunca pensé que nos iba a pasar. La lógica de que alguien que amo pudiera tener cáncer o faltar ni siquiera me cruzaba la mente, era algo para ‘un futuro muy lejano’ y de pronto ese futuro me estaba acariciando el presente.
No estaba preparada. ¿Cómo iba a existir una vida sin ella? Todo esto cruzó por mi cabeza en segundos y antes de darme cuenta ya tenía el rostro mojado. Así que me apresure a contestar la frase más cliché que existe, pero que deseamos con todo el corazón que sea verdad: —Todo va a estar bien.
Aunque por dentro sentía que todo se desmoronaba, no podía mostrárselo. Sobre todo porque ella estaba tan en paz, tan positiva como siempre. ¿Cómo iba yo a opacar su luz con mi tristeza, con mi miedo?
Esto es algo muy común que sucede con los familiares de una persona con cáncer: minimizamos nuestro dolor, ‘nos hacemos los fuertes’ temiendo mostrar el miedo o sufrimiento para no transmitirlo. Así nuestras emociones pasan a un segundo plano, permitiendo que el cáncer se sienta como un lugar muy solitario para los familiares.
¿Cómo podemos quejarnos, si no somos el que lo está padeciendo? La falta de un espacio seguro para procesar estas emociones lleva a muchos familiares de pacientes con cáncer a un agotamiento emocional y físico que hace más dura esa batalla.
Así que esta columna es para ti, que has recibido esa noticia que jamás desearías escuchar, y ahora el miedo está en cada habitación. Te comparto pasos e información que pueden ayudarte a sobrellevar este proceso y a acompañar a tu ser querido en esta dura batalla.
1. Valida tus emociones
Es normal que sientas miedo y ansiedad, pero piensa que el diagnóstico no es una sentencia de muerte. Todo lo malo que te estás imaginando en tu cabeza puede que no pase.
Los familiares vivimos también un duelo oncológico, el cual es único para cada persona y puede o no tener las siguientes etapas: shock, negación, ira, depresión, negociación y aceptación.
Permítete sentir todas las emociones, esto te ayudará a procesar la noticia y a navegar por las etapas del duelo hasta llegar a la aceptación.
2. Comparte tus emociones
Ni tú ni tu familiar saben exactamente lo que el otro está viviendo, por lo que habla con tu familia, incluyendo a la persona enferma, sobre cómo te sientes.
Conversar en familia sobre nuestras emociones no solo nos permite un mejor acompañamiento, sino que también puede aliviarnos el dolor emocional y fortalecer las relaciones.
La verdadera fortaleza radica en la vulnerabilidad. Estas pláticas ayudan a todos a sentirse más fuertes y menos solos.
3. Establece una rutina de recuperación
Así como la persona enferma necesita una rutina para su recuperación, tú también debes tener una para evitar el ‘síndrome del cuidador quemado’.
Dedica tiempo a actividades que te distraigan sin sentir culpa, incluye hobbies, socializa, asiste a terapia, haz ejercicio, come saludablemente y duerme bien. Cuidarte a ti mismo es tan importante como cuidar a tu familiar.
4. No hay dos cánceres iguales
Cada persona vive el cáncer de manera diferente, tanto el paciente como los familiares. No te compares con otras historias, ya que las etapas del duelo y las reacciones al tratamiento varían para cada individuo.
Si algo te alarma mejor consúltalo con tu médico. Comparar continuamente a nuestro familiar con otras historias puede hacerle sentir que no está bien.
5. Da espacio a las emociones de tu ser querido
Las personas diagnosticadas con cáncer necesitan saber que pueden expresar lo que sienten sin ser juzgadas. Prepárate para el mal humor, el enojo o el llanto sin razón aparente. A veces solo quieren compartir sus miedos sin que nadie los invalide.
6. Ten paciencia contigo mismo
Nadie está completamente preparado para esta situación. No tienes que ser capaz de todo ni hacerlo todo perfecto. Es valido no saber qué decir o hacer.
Puedes expresar: ‘No sé qué decir, pero quiero que sepas que realmente quiero apoyarte’, ‘Si quieres hablar de ello, aquí estoy’ o ‘Por favor, dime en qué te puedo ayudar’.
7. Busca momentos no centrados en el cáncer
Al recibir un diagnóstico de esta enfermedad, la vida tiende a enfocarse en ella. Sin embargo, tanto tú como tu ser querido siguen siendo personas con pasatiempos, sueños y deseos que no deben olvidarse.
Siempre que sea posible, incluye a tu familiar en eventos y conversaciones no relacionadas con el cáncer; a veces, ellos mismos se cansan de hablar de él.
Aprovecha los momentos en los que tu ser querido se sienta bien para disfrutar de actividades placenteras o importantes, incluso podrían tomarse esas vacaciones que siempre han deseado.
8. Respeta la decisión de tu familiar
‘El acto de amor más grande es dejar a las personas vivir su proceso’. Esta frase me ayudó mucho en momentos de frustración durante la enfermedad de mi tía.
A menudo queremos controlar todo en torno al cáncer y que nuestro familiar siga indicaciones al pie de la letra, impulsados por el temor de que el tratamiento no funcione.
Sin embargo, no debemos convertirnos en sus vigilantes y jueces. Es importante respetar sus decisiones y deseos sobre su vida. A veces, el mejor apoyo es simplemente estar presente y escucharlos con respeto.
Deseo que estos consejos te ayuden en tu proceso. Por último, quisiera enfatizar lo importante que es vivir en el presente: entrena tu mente para disfrutar del momento actual con tu familiar y mejorar la calidad del tiempo juntos.
Hay una frase que me da mucha paz cuando tengo miedo del futuro: ‘Cruzaremos ese puente cuando se nos presente; por ahora, sigamos caminando’.
Así que toma a tu ser amado de la mano y caminen juntos esta etapa, con lo bueno y lo malo; estoy segura que siempre habrá algo por lo cual estar agradecidos y que nos dará la gasolina para el siguiente paso.
Te envío un gran abrazo.
Encuentra a columna en nuestra versión impresa del mes de octubre.