Hay gestos que se convierten en historia. La muerte de un Papa no solo marca el cierre de un capítulo en la Iglesia católica, también activa una coreografía de símbolos y rituales ancestrales.
Entre ellos, uno de los más solemnes y silenciosos: la destrucción del anillo del Pescador. Esta joya, tan discreta como poderosa, ha sido durante siglos el emblema del liderazgo papal y del vínculo directo con San Pedro, el primer pontífice.
Hoy, con la partida de Francisco, el Papa que redefinió el poder con humildad, el mundo vuelve a posar su mirada en este objeto sagrado que solo puede portar una persona en la vida… y que solo puede romperse una vez.
¿Qué es el anillo del pescador?
El anillo del Pescador —conocido en latín como Anulus Piscatoris— es mucho más que una joya. Es un símbolo de la autoridad papal y, durante siglos, fue utilizado para sellar documentos oficiales. Esta pieza, que lleva la imagen de San Pedro pescando —recordando que él fue pescador antes de ser el primer Papa— se entrega a cada nuevo pontífice al momento de asumir el solio pontificio.
¿Por qué el papa usa el anillo del pescador?
El Papa es considerado el sucesor de San Pedro, quien recibió de Jesús las llaves del cielo, según la tradición cristiana. El anillo simboliza esa continuidad apostólica.
Además, ha sido durante siglos un sello de autenticidad: los fieles lo besaban como acto de respeto y obediencia. Aunque esta práctica fue suavizada con el Papa Francisco —quien evitaba que la gente besara su anillo— el símbolo no perdió fuerza, solo se reinterpretó.
¿Cuál es el origen del anillo del pescador?
El uso del anillo del Pescador se remonta a 1265, cuando se menciona por primera vez en una carta del Papa Clemente IV. Fue en el siglo XV cuando se consolidó como un emblema oficial del pontificado.
Durante muchos años, se utilizó para sellar bulas papales, y su destrucción marcaba formalmente el fin de un papado. Con el tiempo, aunque su función dejó de ser administrativa, se mantuvo como emblema de poder y tradición.
¿Qué se hace con el anillo cuando muere el papa?
Cuando un Papa muere, uno de los primeros rituales tras confirmar su fallecimiento es la destrucción del anillo del Pescador. La razón es clara: impedir cualquier intento de falsificación de documentos o sellos.
Este gesto marca simbólicamente el fin de su pontificado. En el caso del Papa Francisco, la pieza será destruida en los próximos días, como dicta la tradición, aunque en esta ocasión se trate de una versión distinta: no fue forjada en oro, sino en plata dorada.
¿Quién destruye el anillo del papa y por qué?
La responsabilidad recae en el camarlengo, en este caso el cardenal Kevin Joseph Farrell, quien ya ha anunciado oficialmente la muerte del pontífice. El camarlengo dirige los asuntos del Vaticano durante el período conocido como sede vacante, y es quien, ante testigos, debe destruir el anillo con un martillo ceremonial.
En ocasiones, también se utiliza un cincel, dependiendo del material del anillo. Esta destrucción es tanto un acto práctico como profundamente simbólico.
¿Qué simboliza la destrucción del anillo del pescador?
Romper el anillo del Pescador no es solo romper metal. Es cerrar un ciclo. Representa el fin oficial del liderazgo espiritual de un Papa y la apertura del período que llevará a la elección de su sucesor en el cónclave. Cada golpe sobre el anillo resuena como una despedida solemne y la promesa de una nueva etapa para la Iglesia.
¿Cómo se hace un nuevo anillo para el papa?
Una vez elegido un nuevo pontífice, comienza el diseño de su anillo del Pescador. La tarea queda en manos del Gremio de Orfebres de Roma, quienes presentan varios bocetos antes de elegir el definitivo.
Tradicionalmente, se ha usado oro macizo, aunque el Papa Francisco rompió con esta norma al optar por una versión en plata chapada en oro, en señal de austeridad. Además, desde hace siglos, se intenta incluir fragmentos del anillo anterior como gesto de continuidad entre papados.
El anillo del Pescador no es una joya cualquiera. Su existencia está marcada por una carga simbólica que atraviesa siglos de historia. Y aunque cada Papa le imprime su sello personal —como lo hizo Francisco al declinar el oro y el gesto del beso— su destrucción sigue siendo uno de los actos más solemnes del Vaticano. Porque en ese martillazo final, se sella también el fin de una era.
