«Fashion lives on the edge of tomorrow…» Así comenzaba el último desfile de Demna para Balenciaga, con una nota escrita a mano colocada bajo cada silla, como un manifiesto íntimo. Pero esta vez, el futuro no solo se vistió: desfiló. Y lo hizo en forma de un casting diverso, potente y sin etiquetas.
Sobre la pasarela, rostros jóvenes y pieles maduras; cuerpos musculosos y figuras andróginas; una mezcla de diferentes edades, géneros, orígenes y expresiones. Celebridades y leyendas vivas compartieron escena con nuevos talentos, en una celebración de la pluralidad y la belleza en todas sus formas.
Demna eligió despedirse con un desfile que no buscó la viralidad, sino la verdad. Esa que se expresa en un silencio elegante, en una construcción impecable y en una pasarela que, más que caminar, declaró.
¿Qué tendencias dominaron la colección de Balenciaga?
Demna no necesitó gritar para dejar huella. Con 39 looks desfilando entre susurros y el eco melancólico de No Ordinary Love de Sade, presentó un recorrido completo por su imaginario creativo.
Las siluetas oversized, la sastrería radical, el corset como pieza de empoderamiento silencioso y los volúmenes extremos marcaron la línea general. El ADN Balenciaga (y el ADN Demna) estuvo presente: hombros arquitectónicos, líneas rectas, bombers, trajes masculinos con corte de precisión quirúrgica y una reinterpretación de la feminidad que no busca complacer, sino interpelar.


¿Qué colores predominaron?
Negro, por supuesto. Pero no uno cualquiera: el negro escultural, dramático, absoluto, casi religioso. A él se sumaron blancos inmaculados que hablaban de pureza y silencio, beiges satinados, grises industriales que parecían traídos del futuro y algunos acentos florales en tonos pastel, que emergían como suspiros de colecciones pasadas.
El desfile no solo jugó con la luz y el volumen, sino también con el tono: una sinfonía visual que oscilaba entre la melancolía y la vanguardia, entre la nostalgia contenida y el deseo de avanzar.


¿Cuál fue la elección de materiales y texturas?
Desde plumas vaporosas hasta encajes estructurados, pasando por cuero desgastado, seda líquida, abrigos de piel y hasta papel de seda reciclado convertido en flor. Esta colección fue, sobre todo, una oda a la artesanía.
Las joyas —más de 1000 quilates creados por Lorraine Schwartz— brillaban no por su ostentación, sino por su historia: algunas pertenecieron a Elizabeth Taylor. Alta costura con alma, con pasado, con peso.

¿Qué mensaje quiso transmitir Balenciaga?
Más que una colección, fue un manifiesto. Demna pareció querer recordar que la moda es, en esencia, transformación. Evolución. Un diálogo con el mañana y que despedirse también puede ser un acto de creación.
La nota que dejó en cada asiento lo resumía todo: “La moda vive al borde del mañana”. No fue solo una despedida, fue una visión de lo que significa hacer moda hoy.
¿Quiénes fueron los protagonistas del desfile?
En una mezcla entre performance y elegancia de culto, figuras como Kim Kardashian, Naomi Campbell, Nicole Kidman e Isabelle Huppert no solo estuvieron presentes: desfilaron. Kim apareció con un vestido lencero en seda beige, corsé y abrigo de plumas hollywoodense. Naomi, con un vestido estructurado que parecía desafiar la gravedad. Huppert, majestuosa, como una dama de época en clave futurista.
Cada aparición fue más que un cameo: fue una pieza del rompecabezas narrativo que Demna construyó sobre la pasarela.


¿Cuál fue el momento más icónico?
El silencio inicial, las voces que rompían el aire con nombres. La aparición inesperada de Demna al final del desfile. Y ese vestido final: encaje blanco, cuello alto, estructura fantasmal, como una despedida bordada a mano.
No hubo show viral ni mensaje en redes. Solo el diseñador caminando, tímido, entre los suyos. El adiós más potente es el que no se explica, si no el que se siente.
¿Cómo se proyecta el futuro para Balenciaga?
Con la entrada de Pierpaolo Piccioli como nuevo director creativo, todo apunta a una nueva sensibilidad para la maison. De la radicalidad de Demna a la poesía de Piccioli, el próximo capítulo promete una alquimia inesperada.
Pero lo cierto es que el legado de Demna en Balenciaga ya está escrito: revolucionó la forma en que vestimos, interpretamos y pensamos la moda. Lo convirtió en un lenguaje contemporáneo. Y si bien hoy cierra un ciclo, su voz seguirá resonando, donde sea que elija hablar.
Un desfile que no gritó para ser recordado. Demna se fue en silencio, pero su legado hará ruido por mucho tiempo.