Hay lugares que no son solo direcciones; son coordenadas emocionales. El 31 de la rue Cambon no es solo el corazón de Chanel, es ese tipo de lugar donde los espejos te devuelven algo más que tu reflejo: te devuelven historia. Y este desfile de Alta Costura Otoño-Invierno 2025/26 fue justo eso, una especie de déjà vu emocional en el que cada detalle parecía cargado de intención.
Asistí —mental y emocionalmente— a ese salón beige entre columnas plateadas y espejos eternos como si Coco aún estuviera sentada al fondo, observando con los ojos entrecerrados y un cigarro invisible en la mano. Fue hermoso, elegante, casi ceremonial.
Pero hubo algo que me hizo detenerme: las perlas no estaban. Las míticas, las clásicas, esas que han vestido cuellos, bolsos, botones y tobillos durante décadas… brillaban por su ausencia. Y, sinceramente, eso lo hizo aún más interesante. Porque cuando Chanel se atreve a guardar sus perlas, es que algo grande está por venir. Y lo que viene —spoiler alert— se llama Matthieu Blazy.
Mientras tanto, esto fue un final. Un adiós susurrado, envuelto en tweed, trigo dorado y botas altas. Un desfile que no gritó, pero sí dijo todo.
¿Cuál fue la inspiración detrás de la colección?
El 31 de la rue Cambon no es solo una dirección: es un universo. Para su última colección de Alta Costura antes de la llegada de Matthieu Blazy, Chanel convirtió el Salón de Honor del Grand Palais en un portal a su epicentro más íntimo. Todo lo que alguna vez soñó Coco —los espejos, la escalera, la sobriedad beige, las espigas de trigo como talismanes— se materializó en una puesta en escena casi onírica.
Más que una colección, fue una carta de amor a Coco Chanel. Un manifiesto silencioso, bordado en hilo dorado, que entrelaza pasado, presente y la promesa de un nuevo comienzo.

¿Qué tendencias y guiños se vieron en esta temporada?
El desfile se convirtió en un susurro de códigos reinventados: el tweed —material sagrado de la maison— regresó en versiones que rozaban lo escultórico, combinado con plumas, lentejuelas y estructuras inesperadas. Las botas altas de cuero, en blanco, negro y marrón, fueron el detalle más arriesgado del desfile, rompiendo las reglas con una elegancia desafiante.
Las transparencias estratégicas, los escotes halter y las faldas envolventes aportaron sensualidad medida, mientras los bordados joya y los detalles metalizados recordaron que el lujo, cuando es auténtico, no necesita gritar. ¿Un guiño al futuro? La osadía tranquila de un equipo creativo que, sin rostro visible, firmó uno de los desfiles más sofisticadamente disruptivos de la temporada.

¿Qué colores predominaron en esta colección de Chanel?
La pasarela se tiñó de una elegancia silenciosa, dominada por tonos crudos, beige, blanco roto, marfil, marrón y negro. Una paleta sobria, casi espiritual, que evocaba los salones de la rue Cambon y la estética íntima del apartamento de Mademoiselle.
Sin embargo, entre tanta neutralidad, Chanel se permitió algunos guiños audaces: un inesperado butter yellow que aportaba calidez cremosa, un burdeos profundo que parecía susurrar lujo desde las sombras y un tono mostaza que rompía la monocromía con intención. No fueron protagonistas, pero sí gestos de atrevimiento controlado.


¿Qué siluetas y cortes marcaron el desfile?
Dramáticas, pero no ruidosas. La colección osciló entre túnicas etéreas y capas estructuradas, abrigos oversize con flecos en cascada y vestidos columna con escotes halter. El volumen dialogaba con la fluidez, en una coreografía milimétrica que evocaba poder femenino y movimiento perpetuo.
El tweed, claro, fue el gran protagonista —como un mantra de la maison—, pero reapareció de formas inesperadas: en minifaldas con cinturones sobre culottes, en trajes de tres piezas, en capas con plumas que rozaban el suelo y se deshacían como cáscaras al caminar.

¿Qué materiales y texturas definieron la propuesta?
Una oda táctil al savoir-faire de los ateliers. El tweed fue reinterpretado con bordados de trigo, plumas que simulaban lunares en juegos de trampantojo y flecos que se disolvían como polvo dorado.
El satén baby blue rompió la neutralidad con un suspiro de frescura, mientras la seda, el tul y el chiffon aportaron ligereza a las construcciones más sólidas. Las texturas hablaban entre sí: unas gritaban herencia, otras susurraban innovación.

¿Cómo se vivió el final del desfile y por qué fue tan icónico?
Con ceremonia. Chanel, fiel a su tradición, cerró el desfile con su vestido de novia —una creación etérea que parecía flotar—. Falda de tul, bordados brillantes, mangas largas, velo transparente y una tiara minimalista. La modelo llevaba un ramo dorado entre las manos, como si fuese una ofrenda a la historia de la casa.
Y como epílogo, el elenco se reunió en una escalera bajo un arco blanco —réplica del que adoraba Coco—, como un último guiño a la fundadora que aún sigue marcando el pulso desde el más allá.

¿Qué quiso transmitir Chanel en este desfile sin dirección creativa?
Una elegancia que no necesita voz para hacerse escuchar. Chanel, sin una cabeza visible al frente desde la salida de Virginie Viard, entregó un desfile que hablaba desde la estructura misma de sus raíces. Fue un ejercicio de introspección colectiva, de rendición de cuentas ante un legado que exige más que continuidad: exige convicción.
Virginie, sucesora de Lagerfeld desde 2019, se despidió dejando una huella delicada, marcada por su feminidad sutil y su capacidad de reinterpretar códigos como el tweed, la camelia o la sobriedad.
Pero el verdadero momento decisivo llegará en septiembre, cuando Matthieu Blazy asuma oficialmente el timón creativo. Mientras tanto, este desfile fue un suspiro final —nostálgico, poderoso, sin estridencias— que demostró que Chanel, incluso en pausa, nunca deja de hablar con elegancia.

¿Qué podemos esperar de Matthieu Blazy?
Todo y nada. Chanel ha demostrado que su ADN es tan fuerte que puede sostenerse incluso en medio del vacío creativo. Pero la llegada de Blazy, con su sensibilidad moderna, su respeto por la tradición y su historial impecable en casas como Bottega Veneta, promete una era vibrante.
Si este desfile fue un punto y aparte, el próximo capítulo podría ser un grito suave, pero contundente. Porque Chanel nunca deja de hablar, incluso en silencio.