Por: Maca Carriedo
Marzo llega con sus jacarandas en flor y, como cada año, el 8 de marzo emerge para evidenciar la vigencia de la lucha por los derechos de las mujeres. Sin embargo, esta fecha genera resistencias predecibles: algunos hombres (no todos, relájense) se retuercen en sus sillas y expresan su incomodidad con su tradicional concierto de quejas:
‘¿Y cuándo se celebra el día del hombre? ¿Por qué manifestarse si ya tienen derechos? Es que algunas mujeres son demasiado agresivas’. Es ahí cuando nos dan ganas de responder con un cariñoso: ‘Mi rey, si no entiendes por qué seguimos marchando, es momento de que leas más y opines menos’.

¿Por qué es relevante el 8M?
El Día Internacional de la Mujer no es una celebración festiva ni comercial, nada de ‘feliz día, princesa’. No se trata de recibir felicitaciones con emojis de corazones morados, flores ni descuentos especiales para el spa.
Es una jornada de lucha y memoria que visibiliza las desigualdades persistentes: falta de seguridad, inequidad y ausencia de respeto a los derechos fundamentales.
Marchamos porque en nuestro país ser mujer implica enfrentar brechas salariales documentadas, violencia de género, y discriminación sistemática en ámbitos laborales, por ejemplo, ser tomada en cuenta en el trabajo depende de cuántas veces repitas una idea, pero si la dice un hombre, se escucha.
Si bien existen avances legislativos y sociales, las estadísticas aún arrojan datos escalofriantes sobre la violencia de género en entornos digitales, públicos y domésticos.
Pero cuando intervenimos las calles saliendo a marchar, a gritar, a exigir, a pintar paredes (porque las pintas se borran, pero las mujeres que nos arrebatan no regresan) surgen las expresiones: ‘Pero no todas las mujeres son así’, ‘no todos los hombres son malos’.

¿Y por qué a algunos hombres les enoja tanto?
Hay un tipo de hombre que escucha ‘8 de marzo’ y reacciona como ‘víctima de la opresión feminista‘, como si un solo día de visibilización de nuestra lucha les hiciera sombra el resto del año, sin percatarse de que los espacios públicos, políticos y económicos siguen siendo dominados por ellos.
Esta reacción defensiva surge al confundir igualdad con pérdida de privilegios, así como por la dificultad para reconocer las ventajas sistémicas.
Tampoco soportan que se les cuestione y malinterpretan la crítica al sistema patriarcal convirtiéndolo en un ataque personal: no se trata de un ‘odio hacia los hombres’, sino de una exigencia de justicia. Pero, bueno, ¿quién quiere dejar su zona de confort, verdad?
No falta el clásico: ‘¡Pero hay un Día Internacional del Hombre!’ (19 de noviembre, por si quieren apuntarlo). Sin embargo, su baja visibilidad se debe a que no surge una necesidad de protesta para exigir que las mujeres dejen de matarlos, que les permitan caminar seguros por la calle sin sentirse amenazadas por una pandilla de mujeres o que la jefa les pague por debajo de lo que ganan otras mujeres.

¿Qué hacemos con ellos?
Si convives con alguien que cada año pone el grito en el cielo por el 8M, te comparto algunas estrategias para sobrellevarlo sin perder la paciencia (o la fe en la humanidad)
Infórmalo con datos
Explícale que esta lucha no es contra los hombres, sino contra el sistema que sigue permitiendo desigualdades. Fundamenta con datos oficiales y estudios académicos que documenten las desigualdades de género.
Invítalo a escuchar
En vez de quejarse, que preste atención a las historias de las mujeres que lo rodean, evidenciando la discriminación sistemática o violencia estructural.
Elige tus batallas
Céntrate en diálogos constructivos con personas receptivas al aprendizaje y la reflexión. Si insiste en debatir con frases sacadas de un hilo de X, deséale suerte y sigue tu camino. No es tu trabajo educar a quien no quiere aprender.
Este 8M, salgamos juntas, marchemos, alcemos la voz y no dejemos que nos callen. Y a los que aún preguntan por qué las feministas somos tan intensas, les respondo que cuando se trata de derechos, la tibieza no es efectiva para generar cambios sistémicos.

Este 8M, salgamos juntas, marchemos, alcemos la voz y no dejemos que nos callen. Y a los que aún preguntan por qué las feministas somos tan intensas, les respondo que cuando se trata de derechos, la tibieza no es efectiva para generar cambios sistémicos ¡Nos vemos en las calles!