Olivier Rousteing presenta en Balmain una colección que no busca el silencio, expresa amor a viva voz
Desde enero de 2020, antes de la pandemia, Balmain no presentaba un desfile de menswear y en esta ocasión ha llegado con una colección desafiante e imponente. Olivier Rousteing comenzó con guiños a sus críticos aplicando rostros, ojos y labios en densos bordados, estampados y siluetas con efectos trompe l’oeil. Los mayores logros de sastrería fueron un top y un abrigo largo que a través de dobleces y drapeados dibujaron la silueta de un ojo. Los labios, un objeto de burlas para Rousteing se convierten en besos, y en un caso particularmente ingenioso en un fajín.
A tan corta edad, Rousteing convirtió la casa fundada por Pierre Balmain en un imperio a través de su gusto maximalista y ornamentado. Por eso no es de extrañar que su colección vaya contracorriente a la tendencia de minimalismo silencioso y formalidad clásica que todavía prevalece. En su lugar propone colores optimistas, hombros exagerados y patrones inspirados en los sapeurs, la comunidad sartorial de Congo que inyecta alegría y elegancia a su armario cotidiano. Los sapeurs se visten de forma impecable sin importar la ocasión y esto resuena con Rousteing.
La energía vibrante de esta colección se debe no en menor medida a África. Balmain colaboró con el artista ghanés Prince Gyasi reinterpretando su repertorio visual en piezas. El look 37 presenta la obra La Pureté en un juego de top y pantalón, para luego recrear la imagen con tres modelos en vivo.
El surrealismo también se hace presente como en su versión de la chaqueta con solapas que a la vez son rostros encontrados o las aplicaciones de oro. Naomi Campbell cerró el desfile con un abrigo camel, top beige, pantalones negros y botas de charol negras. Casi simple, pero con un par de manos sosteniendo un boquet de rosas como cinutrón. Mágico.
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