jueves, diciembre 5, 2024
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    Entre lo natural y lo científico

    Cuando vives con una enfermedad de las que se controlan pero no se curan, todo lo que anhelas es tener una vida plena y sin dolor, por eso, cuando la medicina convencional parece no llevarte a donde quieres estar es normal buscar alternativas. Aquí les escribo mi pensar sobre el tema y un poco de mi propia experiencia.

    Una cosa que pasa casi inmediatamente después de que comienzas a hablar abiertamente sobre tu padecimiento es que todas las personas, en su gran mayoría de manera bien intencionada, quieren recomendarte algún producto o terapia que creen te hará sentir mejor o incluso puede llegar a curarte. Supongo que es parte de nuestra cultura, el querer ayudarnos unos a otros de la manera más natural posible como lo hacían nuestros antepasados, para ejemplo las abuelas que demandan que a los niños se les levante la mollera, los masajes para el empacho, los hilos rojos en la frente para el hipo y el té en ayunas.

    Me gusta separar a estas personas en dos grupos, el primero se constituye con quienes conocen a alguien que conoce a alguien que padecía lo mismo que tú y se alivió, y el segundo, con las que viven con tu enfermedad o alguna similar y pueden dar algún tipo de testimonio sobre lo que te están recomendando. He aprendido a apreciar las sugerencias, independientemente del remitente, porque es una manera que tienen de hacerte saber que te quieren ver bien.

    Siento que las cosas que me funcionan a mí pueden no tener el mismo efecto en los demás; no me desvivo en recomendar nada probablemente porque no quiero sentir esa responsabilidad y porque entiendo que, aunque tengamos el mismo padecimiento, tu cuerpo y el mío no son iguales. Así que si alguien me pide referencia sobre algún tratamiento al que me he sometido, no dudo en compartir mi experiencia haciendo extremo hincapié en que nunca se sabe cómo puede llegar a ser para alguien más.

    Por muchos motivos considero natural el que una persona no quiera tomar medicamentos: su precio, los efectos a largo plazo en el cuerpo, la idea de que las farmacéuticas no quieren vernos sanos, los horarios tediosos, etc. Desde mi punto de vista, les diré que nada te lleva a buscar alternativas diferentes a las convencionales como la desesperación que sientes cuando no ves mejoría, cuando llegas a la conclusión de que no hay peor lucha que la que no se hace y sobre todo cuando ya no tienes nada que perder. Durante mi camino he tenido la suerte de atenderme con doctores de mente abierta, que si bien nunca me incitarían a dejar mis medicinas sí me permiten explorar opciones.

    Es justo decir que he intentado un poco de todo, tanto productos como terapias; no por sea una fiel creyente de todo lo que probado más bien lo hago por vivir la experiencia y porque creo que de todo podemos obtener cosas buenas. Uno que otro resultado me ha sorprendido para bien, no como para hacer de cualquiera de esas alternativas parte de mi vida diaria pero sí lo suficiente como para llegar a la conclusión de que hay ciencia detrás de todo, por más empírico que parezca. Tal vez mi problema ha sido el no tener constancia a largo plazo, pero la verdad es que lo hago sin presión, tomándolo un día a la vez y alejándome cuando así lo considero pertinente porque es parte de un proceso de adaptación y aprendizaje, y nadie está obligado a seguir con algo que ya no quiere.

    Cuando hablo de que he probado alternativas diferentes me refiero desde las naturistas hasta las que resultan un poco más espirituales: homeopáticas, reiki, masajes, terapia de imanes, acupuntura, etc., y en relación a los productos, he tomado gotas, jarabes, tés, café, suplementos y cápsulas que han doblado la cantidad de medicamentos que ya de por sí tomaba y las alarmas diarias para hacerlo.

    Sólo recuerdo una ocasión en la que me sentí lo suficientemente cómoda como para permanecer con un tratamiento por meses y eso fue con la acupuntura, curiosamente la presión a la que me sometían en cada sesión para que dejara mi medicina alopática terminó por hacer que lo abandonara. Yo sólo tengo una regla que personalmente no estoy dispuesta a romper: jamás dejar de tomar mi medicina, porque al final del día, eso es lo que me ha mantenido con vida los últimos años.

    Por si nunca te has detenido a pensarlo o no has vivido lo que yo, te diré una realidad inminente y sorprendente de descubrir: las terapias alternativas no son en lo mínimo económica. Por lo menos no cuando las llevas a manera constante, cuando tu estado de salud es tan crítico que necesitas de toda la estimulación posible y cuando la terapia que llevas requiere para su correcto funcionamiento que tomes suplementos. Todo lo anterior sin menciona que en ocasiones debes trasladarte a donde se encuentra tu experto de preferencia o pagas envíos de productos, todo lo anterior, en adición a tus ya de planta medicamentos de farmacia. Como en todo, hay personas que siempre se van a querer aprovechar de la necesidad, la desesperación y el dolor ajeno, y te pueden convencer de adquirir tratamientos que perjudican a la salud, por eso siempre debes se mantenerte alerta.

    Creo importante recordarte que siempre defiendas aquello en lo que crees. Desde un punto de visa externo, tus decisiones siempre serán cuestionadas, y cada persona, dependiendo de su crianza y sus experiencias, se creerá con el derecho de decirte que tu manera de pensar es incorrecta y que ellos jamás harían las cosas como las estás haciendo, eso es sólo porque ellos no caminan en tus zapatos: tú tomas tus propias decisiones y eso no le cobra factura a nadie más que a ti. Nadie puede decidir por ti, por más que se agradezcan los comentarios bien intencionados, no tienes obligación de someterte a cosas que no quieres únicamente porque alguien que aprecias lo recomendó. Tampoco te sientas triste si lo intentas con toda la fe y no obtienes los resultados que esperabas, cada cuerpo es diferente y sólo tienes que seguir buscando.

    Para mí, es mejor no esperar una cura milagrosa sino conseguir que algunos de tus síntomas disminuyan o desaparezcan para que puedas tener una mejor calidad de vida y paz emocional. No debería existir una lucha entre los tratamientos, nadie dijo que eran mutuamente excluyentes; los límites los pones tú. Personalmente, no me sorprendería que algún día me meta a bañar en agua helada, me coma algún insecto raro, aprenda a meditar, me convierta al veganismo o me tome mi propia sangre, siempre estoy dispuesta a intentar cosas nuevas con la mente abierta.

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