Así fue la primera colección del diseñador al mando de la firma británica…
Desde la era de Christopher Bailey y la modernización de Burberry como marca, que es una estampa inglesa, ha buscado alternativas para extenderse en un mercado más relevante.
El hecho no era que no le fuera bien, pero con lo rápido que se mueven los mercados del consumismo hoy en día, ser una fuente de orgullo e identidad nacional ya no era suficiente.
Riccardo Tisci fue contratado con la expectativa de lograr la relevancia deseada, pero la fórmula no acertó y ahora tenemos a Daniel Lee, el diseñador que fuera responsable de revitalizar la identidad de Bottega Veneta, está ahora en las riendas de la marca inglesa.
Con muchas ansias y expectante, un país que se ha visto sumergido en torbellinos de diferentes y continuos cambios desde la monarquía a su política, esperaba ver el debut del diseñador.
La moda es un punto de acceso a la comunicación y a la identidad. La gran pregunta es, ¿fue el debut de Daniel Lee para Burberry exitoso? Sí, sí lo fue, con cierta condescendencia de mucha libertad creativa, el modisto sin duda logró darle un reinicio a la historia de la marca.
La primera colección de Daniel Lee al mando de Burberry
Lee hizo una propuesta calculada para lograr una comercialización efectiva y ser relevante en el humor áspero de la Generación Z, sin ser indiferente a la clientela previa de la marca.
Usando clichés británicos como cuadros escoceses, caballeros errantes, señuelos de caza y rosas, bajo un lente grunge de los 90’s y una influencia que sutilmente aludía a Vivienne Westwood la presentación se sintió diferente, novedosa más aún con una pizca de identidad de Burberry.
Las gabardinas tipo trench, una estampa de la marca, se dieron la vuelta para exponer el forro (el al revés es sin duda ya una tendencia).
La etiqueta de gran tamaño con el nuevo logotipo azul eléctrico del caballero cabalgando de Burberry, se evidencia de manera notoria en estampados, vestidos y en la parte posterior de ciertas prendas.
Las faldas de manta a cuadros se colocaron en capas sobre medias a cuadros y pantalones a cuadros debajo de suéteres a cuadros en colores uva, frambuesa y azul eléctrico.
Vimos estampados de patos, de rosas entre colores vibrantes y leggins ajustados. Todo con un aire muy «chunky» (otra tendencia obvia de la temporada).
Los accesorios también se hicieron notar, todos con siluetas inesperadas. Vimos una cartera gigante un tanto blanda al igual que otra en forma de rosa sostenida por un manojo de piel sintética.
También había una cartera en forma de botella de agua caliente. La mayoría de las carteras les colgaban colas de zorro falsas, tipo un señuelo al igual que sombreros de cacería de zorro falsos.
Si lo que se deseaba de Burberry era una imagen reinventada, como una especie de transición generacional de su punto de partida hacia la modernización: se logró.
No obstante, mucho de ese estigma clásico no se vio, vale esperar que tendremos en las tiendas e inferir cómo la inédita pasarela se trasladará a la venta; pero de que fue innovador, interesante, y sin duda nuevo, lo fue.
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