En el país que promulga el respeto a los derechos humanos, nacer se ha convertido en una cuestión de raza
Antes que termine el mes de la mujer en el mundo, es buen momento de hablar de un tema al que no se le está brindando la importancia que merece en algunos círculos de la sociedad.
Era mediados de septiembre de 2004, mi embarazo iba bien, pero me sentía mal. El corazón de mi bebé latía a un ritmo normal y eso era más que suficiente para un médico que tenía muchos más pacientes y poco tiempo para investigar mi caso.
Dos semanas después, tras menos de dos horas de parto, nació mi segundo hijo en un hospital de Miami. Recuerdo que el médico que me atendió me dijo «no tengo tiempo para ti, tengo que salvarle la vida». El bebé estaba atrasado y había ingerido meconio. Estuvo intubado durante dos semanas con una hemorragia pulmonar luchando por su vida.
Hay muchos casos como el mío en Estados Unidos. Vivimos en una sociedad donde los derechos y las oportunidades de las mujeres son mejores que en otros lugares del mundo. Sin embargo, «el mejor país…» no acoge a ciertos grupos raciales de mujeres embarazadas. Estamos acostumbrados a oír hablar del racismo, los crímenes de odio y los problemas de inmigración en la nación. Lo que no oímos es sobre lo que las mujeres embarazadas tienen que afrontar durante el difícil proceso de dar vida a un bebé.
Un sistema sanitario racista y una sociedad de consumo masivo que busca la productividad por encima del bienestar, son los dos factores básicos que han colocado a Estados Unidos como el país desarrollado con la mayor tasa de mortalidad del mundo en el momento del parto. Según el CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades), Estados Unidos tiene altas cifras de mortalidad en el embarazo/parto/postparto, algo que es prevenible según sus estudios. Alrededor de 700 mujeres mueren cada año en Estados Unidos como consecuencia de complicaciones en el embarazo o el parto.
Las muertes más frecuentes se producen en mujeres pertenecientes a grupos étnicos y raciales. No sólo las muertes, sino la violencia obstétrica que reciben de la atención clínica. Según el Birthplace Lab, una de cada seis mujeres ha sufrido abusos durante el parto. En mujeres indígenas (33%), hispanas (25%) y negras (23%).
Recientemente, algunas compañías de seguros médicos de Estados Unidos han incluido la opción de las parteras para los embarazos que no son de alto riesgo, algunas con un pago bajo, otras que cubren el 100%, e incluso el parto en casa. Este paso permite contar con más personal preparado para atender los partos. Por desgracia, muchas embarazadas no saben que pueden acceder a la atención personalizada de las comadronas y muchas ni siquiera acuden a las revisiones médicas por miedo a que les facturen los servicios previos al parto.
Las parteras han formado parte de la historia de muchas generaciones desde la antigüedad. Sólo en el siglo pasado su labor quedó relegada a los servicios médicos que cubrían todas las áreas de la salud y no las incluían en su cartera. Con el paso de los años y debido a la incapacidad de los servicios sanitarios de los países para ofrecer una buena atención a las mujeres embarazadas, se volvió a incluir la opción de las matronas en los hospitales.
Las mujeres de Estados Unidos tienen la oportunidad de dar a luz en sus condiciones y con la mejor atención.
Con la pandemia, la demanda de parteras ha aumentado debido a la falta de personal en los hospitales, y al miedo al contagio en estas instituciones. Esta crisis, de la que no se habla en el país más desarrollado del mundo, puede cambiar para bien y eso depende de que muchas más mujeres conozcan sus derechos a la hora de quedarse embarazadas.
Mi hijo sobrevivió, pero a veces no es así, por eso quería compartir mi historia. Si pudiera cambiar algo del pasado, elegiría a una partera para que me ayudara en los momentos más vulnerables de mi vida. Tenemos derechos, por favor, tómate el tiempo de informarte sobre estas opciones para ti con tu seguro. Algunos sitios web, como el CDC, también ofrecen ayuda a las mujeres durante o después del embarazo.
La sociedad, especialmente la latina, sigue viendo esta opción de parto, como algo de pobres o muy “new age” creo que es hora de dejar esas creencias a un lado y darnos cuenta que si queremos cambiar lo que está mal, debemos empezar por los sistemas de creencias que nos han alejado a las mujeres de nuestra propia esencia y derechos como el de parir a nuestro tiempo y condición.