martes, junio 17, 2025
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    Columna de Luisa Peña: ¿Envidiosa yo?

    La envidia es uno de los sentimientos más incómodos de la experiencia humana; además, sentirla es tan vergonzoso que muy pocas personas nos atrevemos a admitirla.

    Por: Luisa Peña.

    La envidia es uno de los sentimientos más incómodos de la experiencia humana; además, sentirla es tan vergonzoso que muy pocas personas nos atrevemos a admitirla. Quizás sea hora de mirarla con nuevos ojos y experimentarla de otro modo.

    Entre mujeres, la envidia ha sido normalizada por el sistema patriarcal, presentándola casi como un rasgo inherente al relacionarnos con personas del mismo sexo.

    En la narrativa cultural, desde los cuentos infantiles hasta las producciones mediáticas contemporáneas, se perpetúa la idea de que competimos siempre entre nosotras, especialmente por la atención masculina y la validación social.

    ¿Alguna vez sentí envidia por una amiga?

    Me cuestionaba mientras veía una serie argentina llamada ‘Envidiosa’. La trama gira en torno a una joven que experimenta profunda envidia ante los éxitos de sus amigas, particularmente cuando consiguen relaciones sentimentales exitosas con el sexo opuesto, que culminan en matrimonio.

    Envidiosa Netflix
    ‘Envidiosa’ es una serie que nos hace reflexionar sobre la envidia. Foto: Cortesía Netflix.

    En sus reuniones, sus amigas evitan expresar demasiada felicidad por alguna buena noticia o sus logros para prevenir problemas, ya que ‘la envidiosa’ tiende a sabotear las celebraciones.

    Me horrorizaba imaginar que alguna amiga querida sintiera eso por mí o, peor aún, que fuera yo quien albergara ese sentimiento. Al reflexionar sobre mis círculos de amistad, me di cuenta de que efectivamente he ocupado ambas posiciones.

    ¡Jamás al extremo del personaje de la serie!, pero acepto que he experimentado envidia y también he sido objeto de ella.

    Pero, ¿qué es la envidia?

    Según la Real Academia de la Lengua Española, la envidia se define como ‘tristeza o pesar del bien ajeno’ y ‘emulación, deseo de algo que no se posee’, sensaciones que la era digital ha incrementado mediante las redes sociales, al fomentar esta compulsión a compararnos con otras personas.

    Y es que cada vez que vemos las imágenes de alguien con una aparente vida perfecta, es fácil caer en la victimización y preguntarse: ¿por qué yo no tengo eso? Este sentimiento resulta tóxico y nos distrae del reconocimiento de nuestros propios privilegios y bendiciones.

    Envidia
    La envidia es natural, sin embargo, podemos transformarla. Foto: Unsplash.

    Mi terapeuta afirma que la envidia es un sentimiento natural de la condición humana que surge al socializar —nos guste o no— y que todos los seres humanos hemos experimentado. Como si para fortalecer nuestra autoestima necesitáramos contrastar nuestro valor con el de otras personas en un proceso casi instintivo.

    Generalmente asociamos la envidia con defectos morales, por eso la negamos y la sepultamos en el inconsciente; sin embargo, sentirla no equivale a ser una mala persona. Simplemente es un sentimiento como cualquier otro. Quizás si la envidia no cargara con tan mala reputación, podríamos procesarla mejor y transformarla en un camino hacia la sanación y evolución personal.

    ¿Cómo transformar la envidia a nuestro favor?

    Considero que la envidia puede convertirse en una herramienta para el autoconocimiento. Si nos atreviéramos a reconocerla, sería más sencillo identificar nuestros deseos, inseguridades y aspiraciones. Como señaló Nietzsche: ‘La envidia y los celos son las partes privadas del alma humana’.

    Envidia entre amigas
    ‘La envidia y los celos son las partes privadas del alma humana’, decía Nietzsche. Foto: Unsplash.

    Reconocer la envidia como una admiración secreta hacia alguien o una fuente de inspiración elevaría este sentimiento y, en consecuencia, podríamos identificar nuestra visión de excelencia, avanzar hacia ella y alcanzar nuestras metas y sueños.

    Sin actuarla, sin dañar a nadie, sin copiar, sin comparaciones constantes y respetando el orden natural de lo que nos corresponde y es para nosotras y lo que no.

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