Entre el desierto colombiano y los clubes nocturnos españoles de la década de los ochenta, el actor mexicano, Alejandro Speitzer, redefine los límites de su arte, mientras abraza la producción cinematográfica y explora nuevas formas de contar historias en Latinoamérica.
Su versatilidad y compromiso lo han convertido en uno de los talentos más fascinantes de su generación.
Los inicios en el mundo del entretenimiento suelen estar marcados por casualidades que terminan siendo destino. Para Alejandro Speitzer, ese primer acercamiento a la actuación surgió como un juego de espejos, imitando los pasos de su hermano mayor, quien soñaba con aparecer en televisión.
Lo que comenzó como una simple emulación infantil se transformó en una pasión que definiría su vida. ‘Mi hermano ha sido un gran referente para mí’, reflexiona Speitzer, ‘él fue quien me enseñó a ser profesional, a respetar un set y ser compañero’.
Aquellos sueños de infancia han ido evolucionando con el tiempo, transformándose en aspiraciones más profundas. ‘Siempre soñé con devolverle a mi madre todo aquello que por diferentes circunstancias de la vida le fue arrebatado’, confesa.
‘No sé si es algo que he logrado, lo que sí sé es que hemos compartido experiencias llenas de amor que la sitúan en un mejor presente’. Esta reflexión evidencia una madurez que va más allá de su edad, entendiendo que ‘los sueños se van modificando, es parte natural del ser humano, por ambición, deseo o por qué la vida misma te dice que hay que redireccionar’.
En su trayectoria, marcada por la versatilidad y la constante búsqueda de desafíos, Speitzer ha encontrado en la producción cinematográfica un nuevo lenguaje para expresar su visión artística.
‘Ser productor es la oportunidad de contar las historias que como actor me interesan’, explica, mientras destaca la importancia de mantener un equilibrio delicado.
‘Tengo claro que cuando el actor pisa el set, el productor no existe’. Su estrategia para lograrlo radica en rodearse de equipos sumamente capaces, dispuestos a ‘librar cualquier batalla’ junto a él.
Su más reciente metamorfosis lo llevó a encarnar a Carlos en Disco, Ibiza, Locomía, una producción española que retrata la icónica banda de los años ochenta. ‘Cuando llegó este proyecto no dudé en sumarme, conocía muy bien a Locomía y su historia’, comparte.
‘Mi madre estaba enamorada de Carlos, que fue el personaje a quien interpreté, así que me pareció una maravillosa coincidencia’. La experiencia de sumergirse en ese mundo de abanicos, donde los personajes jugaban a ser un montón de posibilidades, representó para él un pleno disfrute, además de la oportunidad de expandir sus horizontes profesionales más allá de las fronteras mexicanas.
Pero quizás su proyecto más desafiante hasta ahora ha sido Pimpinero:Sangre y Gasolina, filmado en el corazón del desierto colombiano. ‘Rodar de la mano de la comunidad Wayúu me hizo remontarme a mi infancia, donde la felicidad radicaba en la sencillez de las cosas’, revela.
La preparación para este papel requirió una inmersión profunda en la cultura local: ‘Al no ser colombiano había que ser responsable acercándome lo más posible a su cultura y al contexto en el cual sucede la historia, es por ello que me documenté con historias de pimpineros, leyendo, viendo reportajes’.
Como mexicano, encontró sorprendentes paralelismos entre su Sinaloa natal y La Guajira colombiana, comprendiendo ‘la luz y la oscuridad que pueden tener sitios como estos’.
El proceso de preparación para Pimpinero fue particularmente exigente. ‘El acento sin duda fue uno de los más grandes retos’, admite. Las semanas de ensayo con su coach dieron frutos en lo que él considera un gran resultado.
La experiencia de trabajar con el director Andy Baiz dejó una huella indeleble, así como el amor y la pasión que caracterizó a todo el equipo durante un rodaje que estuvo impulsado por la convicción de estar ‘contando una historia necesaria’.
El horizonte de 2024 se presenta prometedor para el actor, con el próximo estreno de Coyotl en Max, una serie que describe como sumamente ambiciosa donde interpretará a un antihéroe.
También protagoniza Straight, una historia que ‘cuestiona las relaciones modernas en una sociedad que sigue siendo bastante conservadora’.
Al reflexionar sobre su camino, Speitzer destaca la importancia del equilibrio entre lo profesional y lo personal. ‘Estamos de paso, toca disfrutar el proceso’, afirma quien ha hecho del agradecimiento un ritual diario.
Esta filosofía de vida se refleja en su manera de cerrar el año: ‘con mi familia, bajando las revoluciones y agradeciendo la fortuna de hacer lo que me apasiona’.
Su deseo más profundo para el futuro trasciende lo personal: anhela que su tierra natal, Sinaloa, y todos sus paisanos recuperen la paz.
Al hacer un balance de su trayectoria, emerge la gratitud como eje central de su filosofía: ‘Agradezco mi resiliencia y abrazo la sonrisa con la que enfrenté cada uno de los obstáculos que se me presentaron’.
Mientras tanto, continúa construyendo su legado artístico bajo la premisa de que ‘no existe el artista sin la paciencia‘, demostrando que la verdadera evolución artística reside en la capacidad de reinventarse sin perder la esencia.
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Créditos:
Director Editorial: Gerard Angulo / @gerardangulo
Fotografía: Mauricio Sánchez /@losquien
Realización: Sergio Valenzuela / @sergio.valenzuela
MUAH: Davo Stebhane / @davosthebane
Asistente de MUAH: Anna Mortera/ @annamortera_makeup
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Producción: Yuliet Delgado
