En París, Hermès presenta su propuesta para el próximo otoño, con una actitud prácticamente elegante
La euforia y nostalgia por los recuerdos de hace dos décadas parece no detenerse pronto. Es tan influyente y poderosa, que la nueva colección de Hermès se siente familiar y rebelde al mismo tiempo.
Desde la cúspide del lujo, Véronique Nichanian presenta una colección con cierta actitud tomada de las bandas indie que recordamos a principios de los 2000.
Este es un armario optimista para otoños grises y fríos inviernos. La paleta de color oscila entre tonalidades oscuras descritas como “carbón” o “petróleo”. Con algunos acentos energizantes como verde anís y naranja calabaza.
Véronique incorporó los materiales clásicos de la casa como cuero con apariencia lustrosa en camisas, pantalones y chaquetas oversized con estructura. También mostró piezas con propuestas textiles como impermeables traslucidos y un par de looks en ponyhair. La sastrería es ajustada y cobina patrones clásicos como el príncipe de gales pero con nuevas configuraciones de color. Prendas tejidas se degradan entre tonos claros y oscuros, haciendo juego con sus trajes y abrigos. El cast de modelos recuerda un poco al movimiento indie sleaze con su cabello pintado y tatuajes de caballos que algunos llevaron con sus chalecos tejidos.
En los accesorios encontramos bolsos prácticos y grandes como la Birkin o botas de vestir con suelas track que subvierten la formalidad de este calzado y elevan la silueta. Nichanian comentó que diseñó esta colección con la practicidad en mente, pero con su ojo por el detalle y con el savoir faire de Hermès, convirtió el guardarropa de mañana en un guiño al pasado y al futuro.
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