Sentimientos acogedores rebozaban al ver a Michelle Obama entrar al escenario principal de la Convención Nacional Demócrata. Muchos sintieron que ‘estaban en casa’, mientras que otros un gran conforto al verla. El pasado martes por la noche y con los brazos al descubierto, su apariencia y sus palabras fueron un recordatorio de por qué había sido una comunicadora tan poderosa como una gran primera dama. Ahora como escritora y oradora, fue gratificante ver a esta gran mujer en la luz pública.
Su libro de memorias ‘Becoming‘ se ha convertido en un testamento del poder de la mujer, bien sea profesional, madre o soltera. Michelle transmite una paz y fuerza al género. Por eso, cuando habló en apoyo de la candidata a la presidencia Kamala Harris, de su madre y de todas las madres, de la moralidad y la decencia (y de las mentiras y el racismo), lo hizo con empatía y mucho estilo. Esto le dio certeza a su imagen de mujer fuerte, pero a la vez femenina y elegante.
Michelle Obama en la Convención Nacional Demócrata
Vistiendo un traje pantalón confeccionado armónicamente con una chaqueta azul marino sin mangas, con cinturón sobre pantalones cortos. Las solapas de la blusa fueron des- y reconstruidas para cruzar sobre el cuello de una manera casi militarista, y los hombros sobresalían para enmarcar los bíceps. Era a la vez sobrio y vanguardista, una especie de escudo de armas. Su túnica y su discurso sugerían que esto iba a ser una pelea, y todos deberían prepararse para salir a votar.
Sus accesorios más llamativos fueron sus brazos expuestos, que durante su tiempo en la Casa Blanca se habían convertido en un símbolo de su fuerza personal y, por lo tanto, en un pararrayos tanto para las críticas como para los elogios.
El traje era de Monse, la pequeña marca independiente fundada por Fernando García, un diseñador neoyorquino criado en República Dominicana, y Laura Kim, una estadounidense de origen asiático (y una de las fundadoras de los Slaysians, grupo de expertos en moda formado para combatir el odio antiasiático). García y Kim también son los diseñadores de Oscar de la Renta, la marca que ha vestido a las primeras damas durante décadas, y que la señora Obama usó cuando vivía en Pennsylvania Avenue.
El hecho de que la señora Obama (y su estilista, Meredith Koop, que ha estado trabajando con ella desde que estaba en la Casa Blanca) eligieran la casa de moda más pequeña en lugar del nombre del establecimiento estaba en plena línea con la práctica de la señora Obama, desarrollada como primera dama, de usar su plataforma para destacar empresas menos conocidas (especialmente empresas de moda) y diseñadores que representan las historias que está contando: sobre el espíritu emprendedor, el crisol de culturas, el sueño americano. La elección.
No hacía falta conocer los detalles para apreciar el traje. Pero si alguien se preocupaba por averiguarlo, la información simplemente se sumaba al argumento más importante que ella estaba presentando. No es que lo que vestía fuera lo importante, pero ayudó a demostrarlo.
Así como el hecho de que la Sra. Obama y su esposo evitaran los colores brillantes en el escenario para usar tonos más sombríos fue un reflejo de la realidad de que, si bien el estado de ánimo en la sala puede haber sido sobre ‘esperanza’ y ‘alegría’, como cada uno dijo, también estaban coordinados para transmitir la seriedad del momento, la ‘batalla cuesta arriba’ que se avecinaba.
