Por: Maca Carriedo.
Hace unos años, cuando a una niña en México le preguntaban qué quería ser de grande, las respuestas solían quedarse en terrenos conocidos: Maestra, doctora, cantante, actriz.
No porque esas fueran las únicas opciones, sino porque la historia que nos contaban no daba para más. No había referencias cercanas de mujeres en ciertos espacios de poder, y mucho menos en la silla presidencial.
Hoy, la narrativa ha cambiado. No porque alguien nos haya dado permiso, sino porque nosotras lo arrancamos de las manos del patriarcado y lo reescribimos.
¿Qué sueñan las niñas de México?
Ahora, una niña en México puede responder con seguridad: ‘Quiero ser presidenta’, y nadie se atrevería a reírse —tal vez algunos abuelos nostálgicos del ‘viejo México’, pero hasta ellos saben que las cosas ya no son como antes—.
A las niñas de este país ya nadie les va a decir que no. Crecen viendo mujeres que lideran empresas, juegan fútbol profesional, pilotean aviones y gobiernan naciones.
Crecen en un país donde la representación femenina ha dejado de ser excepción para convertirse en realidad.

Las niñas pueden ser presidentas
El 2024 fue un parteaguas. México eligió a su primera presidenta, y con ese suceso se derrumbó una de las últimas barreras simbólicas que nos quedaban.
No se trata solo de Claudia Sheinbaum o de su gobierno, sino del mensaje poderoso que se instaló en la mente de cada niña mexicana: ‘Si ella pudo, yo también puedo’.
Pero aquí viene lo más importante: la lucha no termina con la representación. Porque si bien ya rompimos el techo de cristal de Palacio Nacional, aún queda mucho por hacer en un país donde ser mujer sigue siendo un deporte de alto riesgo.

No basta con que haya mujeres en el poder; necesitamos que ese poder se traduzca en cambios reales para todas, especialmente para quienes viven en situaciones más vulnerables.
Celebremos que las niñas de hoy tienen claro que pueden ser lo que quieran. Pero no bajemos la guardia. Lo que sigue es asegurarnos de que:
Cuando esas niñas crezcan y lleguen a donde sueñan, encuentren un México que las proteja, las valore y no las haga pelear por lo que debería ser suyo por derecho.
Y si todavía hay alguien que duda de hasta dónde pueden llegar, que se prepare. Porque las niñas de hoy no están para pedir permiso, están para hacer historia.