No es un secreto que una buena hamburguesa te pone de buenas, al menos así es para mí y para millones de personas que cada año las consumimos. ¿La razón? Tiene la exacta medida de todo lo que nos gusta, el pan, la carne e incluso las verduras que nos encantan, todo para hacer una combinación fantástica
Aunque los datos son inciertos, se dice que se venden unas 200 hamburguesas por segundo en todo el mundo, algo que va en aumento con el paso de las innovaciones que ha ido teniendo.
Hoy ya podemos comernos una vegetariana, una con carne creada en laboratorios o la de siempre en la parrilla del patio de nuestra casa, pero aunque sea una delicia, esta pieza del famoso fast food llegó a nuestros platos en el Imperio Romano.
De acuerdo al libro De Re Coquinaria, que data del siglo V y que se le debe al autor romano Marco Gavio Apicio, en aquellos tiempos ya existía una versión de lo que hoy conocemos como hamburguesa, aunque antes llevaba por título isicia omentata, y que era utilizada para alimentar a las legiones romanas debido a su facilidad de transportación.
Pero ellos no fueron los únicos en darle su toque, antes de que llegara a McDonald’s o a Burger King, los mongoles acostumbraban hacer largas travesías acompañadas de hamburguesas, pero no sería sino hasta el siglo XVII que se popularizaron en el puerto de Hamburgo, donde los navegantes se llevaban una pieza de Hamburger Hafen, como se le decía en alemán a la ciudad, e inmediatamente bautizaron así a su platillo más conocido.
Es así como llega a Nueva York, la ciudad que representa no sólo el Sueño Americano, sino el amor por las hamburguesas, aunque con un toque mucho más increíble: la carne molida, algo que ni los romanos ni los mongoles se imaginaron que sabría tan bien, y que iría con nuestro día a día de la mejor manera.
La invención de la máquina de picar carne se la debemos al ingeniero Karl Drais, pero la Hamburg steak es un concepto que se industrializó en Estados Unidos, y que tenía un precio estándar de cinco centavos, respaldados por varias recetas patentadas que dieron origen a empresas como Hamburger Charlie, la madre, si se nos permite decirlo, de lo que hoy conocemos como comida rápida, y que llevó a otros chefs a cambiar el mundo con sus hamburguesas.
Para 1869, otra creación renovó la receta, se trataba de un producto creado por el cocinero Henry John Heinz, que era una especie de puré de tomate que iba deliciosos con las hamburguesas y que sigue estando ahí hasta el día de hoy: la catsup, que junto a la mostaza que los romanos ya utilizaban le dieron un sabor supremo que junto a la velocidad que Dick y Mac McDonald le pusieron al platillo, se convertiría en la joya para aquellos que buscan algo rápido y rico.