Si eres fan de Sex and the City, seguro que te has encontrado alguna vez pensando: Yo también quiero ser Carrie Bradshaw. Sus outfits impecables, su actitud despreocupada pero sofisticada, y sobre todo, esa innegable pasión por las compras, nos han dejado marcadas para siempre.
Pero, más allá de la fiebre por la moda, ¿será que Carrie tenía un síndrome que la llevaba a gastar más de lo que debería? A este comportamiento lo llamamos, en tono cómplice y sin juicio, el síndrome de Carrie Bradshaw. Una forma de vincular la autoestima y la identidad al consumo —especialmente al de objetos de lujo
Entre tacones, faldas de tul y reflexiones frente al computador, descubrimos que el estilo también puede ser una forma de lidiar con nuestras emociones. Tal vez, sin saberlo, muchas hemos vivido bajo los efectos de ese mismo impulso. Tal vez, todas llevamos un poco de Carrie en el corazón… y en la tarjeta de crédito.

¿Qué es el síndrome de Carrie Bradshaw?
Podríamos bautizarlo como ese impulso irresistible de comprar algo que no necesitamos (pero sentimos que sí), solo porque nos hace sentir más seguras, más valiosas, más nosotras. El síndrome de Carrie Bradshaw —aunque no sea un diagnóstico médico oficial— es un guiño a esa forma de vivir la moda con pasión, pero también con cierta ansiedad.
Es gastar más de lo que se tiene, especialmente en objetos de lujo, con la esperanza de llenar un pequeño vacío o afirmar un lugar en el mundo.
Inspirado en la icónica protagonista de Sex and the City, este síndrome tiene una raíz emocional más profunda de lo que parece. No se trata solo de compras impulsivas; es la búsqueda de validación a través del estilo, es convertir una bolsa de diseñador en una especie de armadura emocional.

¿Cómo se manifiesta el síndrome de Carrie Bradshaw?
Se ve en decisiones que, racionalmente, no tienen mucho sentido: comprar un par de zapatos aunque estés atrasada con el alquiler, invertir en un abrigo de lujo mientras pospones una cita médica o cenar en un lugar caro solo por una foto perfecta. Es ese momento en el que la moda se transforma en consuelo, en escape, en identidad.
Según un reciente estudio del University College de Londres, este comportamiento se relaciona especialmente con personas extrovertidas y de ingresos bajos, quienes invierten un porcentaje mayor de su dinero en artículos de lujo. La explicación es clara: cuando sientes que no tienes mucho, buscar objetos que simbolicen estatus puede ser una forma inconsciente de decir yo también pertenezco.

¿El síndrome de Carrie Bradshaw afecta la autoestima?
Sí, aunque puede parecer lo contrario. Comprar cosas bonitas, vestir con estilo o invertir en un look que te haga sentir imparable puede ser un impulso de autoestima temporal. Pero cuando ese bienestar depende exclusivamente de lo externo, el vacío se hace evidente apenas pasa el efecto del estreno.
Detrás del síndrome, suele haber una búsqueda constante de aprobación o una necesidad de encajar. Y cuando eso no se logra —cuando el clóset está lleno pero el corazón sigue sintiéndose un poco vacío— es cuando empezamos a cuestionarnos. La autoestima se convierte en algo frágil, sostenida por la próxima compra, la próxima tendencia, el próximo like en Intagram o Tik Tok.

¿Se puede superar el síndrome de Carrie Bradshaw?
Sí, y no significa renunciar a la moda. Se trata, más bien, de cambiar la intención detrás de lo que compramos. ¿Estoy invirtiendo en esto porque lo amo o porque necesito que alguien me vea? ¿Este look me representa o solo es una forma de seguir un ideal de la sociedad?
Superar este patrón implica reconectar con lo que realmente somos, más allá del outfit. Es entender que podemos seguir siendo amantes del estilo sin caer en la trampa del consumo emocional. Que no hace falta llenar un vacío con un par de Manolos nuevos si podemos llenarlo con seguridad interior, con límites financieros sanos y con una relación más consciente con lo que elegimos vestir.

¿Por qué tantas mujeres se identifican con Carrie Bradshaw?
Porque Carrie no solo representa el amor por la moda, sino también nuestras contradicciones. Es sofisticada y caótica, segura y vulnerable, brillante pero impulsiva. Su historia nos habla porque hemos estado ahí: frente al escaparate de nuestros deseos, tratando de encontrar algo que nos haga sentir un poco más completas.
Carrie nos cautiva porque es real, aunque viva en un universo de fantasía neoyorquina. Nos identificamos con su forma de convertir un mal día en una buena elección de zapatos, de transformar una ruptura en una columna, de encontrar belleza incluso en el caos.
Al final, no se trata solo de lo que compramos, sino de por qué lo hacemos. Porque, como Carrie, todas buscamos un poco de magia en medio del caos —aunque a veces venga en forma de tacones altos.