Con luz anclada y en un paraíso cotidiano, Alejandra Lersundi imagina una mujer que emite luz al caminar noche a noche…
Al día siguiente, solo queda bordar los siguientes 15 años de su historia. Pasar a un lado de la tienda de Alersundi cada vez que salíamos de la casa hacia Tres Arcos, el centro comercial popular entonces, es una de las primeras memorias que tengo relacionadas a la moda.
Era una época más sencilla. Después, en 2018 veía como lentamente tomaba forma lo que sería su boutique insignia, a unos pasos de la primera, a unos pasos de mi casa. Ese mismo año cruzamos caminos por primera vez previo a su debut en Diseñando México 32.
Competimos por la misma categoría y ahora queda claro qué es lo que Sara Galindo vio en ella.
La primera colección de esta nueva era, The Golden Age, presentó una revolución de su trabajo previo a través de símbolos familiares y reimaginados de su trabajo. Las lentejuelas se sirven de día y noche, los corazones que decoran su tienda encuentran espacio en una sudadera y un vestido de gala y una nueva actitud emerge, una energía que invoca sexualidad a través del movimiento y la exposición.
Es un viernes por la mañana en su estudio en la colonia Lomas de Rosales y ella está en calma a pesar de la enorme cantidad de trabajo que la invadió desde su regreso de Nueva York. Hay mujeres que ya están pensando en las fiestas de fin de año, por lo tanto, están pensando en Alersundi.
Han pasado unos días desde la presentación de ONXSET. La apuesta era más grande porque por primera vez los diseñadores se presentaron en una pasarela, a diferencia de las previas ocasiones.
The 15TH Collection by Alersundi
The 15TH Collection es el título de una colección que ideó como un tributo a las mujeres que han inspirado a Alejandra a través de elementos insignia como el vestido blazer, las texturas brillantes y las transparencias.
Su última colección cerró con un conjunto de tul negro que recuerda al vestido que Griselda Galícia modelo para su primera campaña en 2008 y cuyo recuerdo se hace presente en diferentes recreaciones.
Es aquí donde se hace más aparente una evolución discreta. En cada colección se encuentran piezas que al mismo tiempo se sienten nuevas pero que son familiares. A veces neon, a veces todo en negro, de repente más disco, otras veces más space age.
«Todo va entrelazado. Trato de conservar el ADN de quién es la mujer Alersundi. Me acuerdo cuando estuve en Milán que me estaban dando clases de estilismo y le preguntaban a la maestra que era una stylist ‘¿Cómo es que se sabe cuáles son las tendencias que vienen? ¿Quién dice que es lo que se va a usar?’ y ella dijo: Es un hilo».
Este modus operandi se acerca más a lo que se esperaría de una marca que hace la ropa que uno asocia con el nuevo minimalismo que reemerge después de que colectivamente diéramos paso al exceso y la opulencia. Practicidad no es una cualidad que se asocia con lentejuelas y terciopelo con glitter.
Sin embargo, los diseños de Alersundi se caracterizan por su facilidad. No son difíciles de imaginar puestos, pero no dejan de tener impacto. «El diseño en general es una responsabilidad. Uno transmite todo en la forma en que la se viste. Siento que mi responsabilidad es crear algo que empodere a la mujer».
«Que cuando alguien compre una pieza mía sea para que se vea bien en un momento especial, ser parte de esas vivencias de las mujeres y que se sientan espectaculares, guapísimas, únicas, especiales. Ese es mi reto y mi gusto por hacerlo».
Y es que en el camino ha tomado lecciones que informan sus decisiones cotidianas. «En el día a día entiendes lo que quiere la clientela. Uno como diseñador de moda puede echar a volar la imaginación y hacer cosas increíbles, pero al final lo tienes que aterrizar a algo funcional. No necesariamente se trata de tomar el camino más comercial, sino un balance», comenta Alejandra.
Es notable que a pesar de todo ella decidió quedarse en Tampico, un puerto que conserva el legado del porfiriato. A principios del siglo XX las modas europeas llegaban a través de la antigua aduana, a unos 20 minutos del estudio de Alersundi.
«Antes no me gustaba estar en tampico, pensaba en mudarme a Monterrey o Ciudad de México una vez que pudiera. Pero yo creo que he madurado. Después de DMX32 estaba pensando a irme una vez que se empezaron a mover las colecciones, pero llegó la pandemia y ese fue el empuje para adoptar el internet, y vender en línea. Me dí cuenta que podía mover los hilos desde aquí».
Ahí decidió quedarse en la ciudad. «Qué más satisfacción que poder estar trabajando aquí, darle trabajo a la gente de Tampico y que se sepa que desde esta ciudad sale todo. A veces me preguntan que qué hago aquí, pero me gusta vivir aquí«.
El día a día de Alersundi traiciona la imagen de una diseñadora corriendo a pulso acelerado con copa en mano. Es la energía tranquila de Tampico lo que la impulsa a crear.
«A lo mejor maduré, me gusta la tranquilidad y la simplicidad de la vida. Tengo todo a la mano. Si un día me harto, me voy a sentar a la laguna a ver cocodrilos o a caminar a la playa. Hay mucho que te puede nivelar, te puedes concentrar y hacer las cosas con el amor y con el alma. Cuando es necesario viajo, pero mi nido, mi ambiente es este».
A quince años de su comienzo y cinco de su renacimiento, la convicción de Alejandra no muestra descanso. Su ímpetu e instinto se hacen manifiestos en el centro de su creación, las mujeres que visten sus creaciones. En 1921 llegó el primer vuelo comercial de México a esta ciudad. Ahora desde una tienda/atelier en Tampico vuelan luces para diferentes armarios.
Alejandra no se detiene a soñar demasiado, su única aspiración es dejar su nombre en la historia de la moda mexicana. El sueño es para sus clientas. En medio de ríos y lagunas, Alersundi construye un paraíso donde la noche siempre es joven, los tacones nunca duelen y la champaña sigue corriendo en pirámides de copas.
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