Michael Kors encuentra en la simplicidad la clave para una elegancia natural.
Con nuestra latente obsesión por el lujo silencioso, probablemente no hay un mejor momento para ser Michael Kors. Su colección FW24 es un estudio de estilo que demuestra como los gestos más discretos pueden ser los más impactantes.
Esta simplicidad la puedes remontar a su principal inspiración: Una fotografía de su abuela en su vestido de novia en los años 30. Después del fallecimiento de su madre estuvo revisando cosas guardadadas y lo encontró: Un vestido con corte al bies y túnica a juego que usó su abuela.
De ese punto emerge la temática escondida de la colección. Ninguna de las piezas presentadas se siente radicalmente nueva, pero eso no es malo. Kors no buscó la novedad, sino aquella cualidad de atemporalidad, ese abrigo perfecto o un vestido de encaje para toda la vida. El vestido slip, como el que usó su abuela fue una pieza clave de la colección, en versiones de encaje y satin, algunos con bajos asimétricos.
Después de todo, Michael Kors está en un momento en su carrera en el que puede permitirse ser autorreferencial. Dentro de su moodboard, unas imágenes que mostraban a Rene Russo vistiendo sus diseños en Thomas Crown Affair hace 25 años hablan de cómo Kors fue uno de los artifices del lenguaje del estilo americano.
En el soundtrack, otro gesto eterno. Una orquesta interpretó algunos de los mejores hits de Alicia Keys, una elección ideal, tomando en cuenta que acaba de presentarse con Usher en el Super Bowl.
Al finalizar el desfile, las modelos recorrieron el espacio al ritmo de «I Happen to Like New York» de Bobby Short. Y así quedaba claro, que esta colección fue una muestra de piezas hermosas, materiales hermosos y confección hermosa. Una belleza sencilla. A veces eso es todo lo que se necesita. Michael Kors encontró en Nueva York una vida idónea para crear más belleza.
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